Francisco Ávila
Francisco Javier Tirado Márquez, estudiante de la Facultad de Medicina de la BUAP, estaba a un pasó de cumplir sus sueños para incorporarse a Pediatría, pero un criminal le arrebató la vida en un abrir y cerrar de ojos.
El joven vivió su vida al máximo y con muchas aventuras, por esa razón decidió abandonar su natal Veracruz para mudarse a Puebla, donde consolidó a su segunda familia; una muy amplia que le regaló el trayecto a su formación profesional de médico.
En 2013, Javier y su amigo Kevin González, rentaron juntos una vivienda para aprender consecutivamente por cuatro años las asignaturas de ciencias de la salud. Ambos se querían como hermanos.
Después de cumplir con su plan curricular, Javi, como le dicen de cariño sus amistades, se fue a vivir a Colombia, para conocer desde ese país la medicina en etapa de internado, sitio en el que rápidamente se adoptó por su carisma. Actualmente seguía su servicio médico en Izúcar de Matamoros, Puebla.
“Él siempre fue una persona amable, humana, con sentido de solidaridad amplio, quería ayudar. Con una familia de amigos de Puebla, de Veracruz, de Colombia. Hoy se vive en el país una ola de violencia impresionante y Javi pasó un mal instante, que no debería de pasar, es muy injusto”, expresa Mario, un excompañero de clase.
Sus colegas, que pidieron la gracia del anonimato, recuerdan que Javier era fanático del futbol, su equipo favorito eran «Las Chivas», y disfrutaba de tardes en la televisión jugando videojuegos, en particular la FIFA.
En la comida no tenía distinciones, pero siempre andaba pidiendo “unos taquitos” y negando siempre que le sirvieran un café o té. Y en las fiestas, era un bailador con las chicas.
Javier fue el hijo menor de la familia Tirado Márquez y se caracterizaba por ser solidario y colaborar con colectivos, en el sismo de 2017, se ofreció de voluntario para apoyar a las víctimas de esa tragedia natural. Mientras, en las redes sociales siempre apoyaba las causas sociales, incluso, hacia pronunciamientos en contra de los feminicidios.
“Él no andaba en malos pasos, era un estudiante normal. Como cualquier joven y queremos que no haya una imagen de que él era alguien malo, que andaba en malos pasos, porque no”.
Javier siempre estuvo en contra de la violencia, esa que le quitó la vida el pasado 23 de febrero junto con sus amigos colombianos Ximena y Antonio, además del chofer de Uber que los llevaría de Huejotzingo a Puebla, donde regresaban del carnaval.
“Era una persona muy nostálgica cuando se iba de Puebla. No le gustaba la violencia, cuando había un pleito, él siempre separaba a los chicos para que no pasara nada. Era una buena persona”.