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Casas vacías: Las sombras de la maternidad

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Quizá esta opinión suene cruda y pueda herir susceptibilidades, porque esta ocasión tocaré un tema sobre una estructura sociocultural tan arraigada y difícil de trastocar que su cuestionamiento puede ser tomado como un desacato, especialmente en nuestra cultura latinoamericana: La maternidad. Sin embargo, prefiero pensar que nuestra sociedad está avanzando, lentamente, pero al fin avanzando hacia la resignificación de constructos sociales antes intocables.

Históricamente ser mujer ha estado relacionado con la característica innata y biológica de procear para convertirlo en una meta de vida. Cuántas veces hemos escuchado que todas contamos con un instinto maternal y eso implica ser una buena madre: cuidado, afecto, preocupación, atención, responsabilidad, comprensión, sacrificio total y volcar toda la energía hacia los hijos inclusive cuando se convierten en adultos. Pero qué pasa si no se actúa de esta manera con los hijos o simplemente no está en nuestros planes tenerlos ¿De inmediato somos malas mujeres, malas madres o qué clasificación se nos asigna?

Si decidimos no tener hijos ¿Algún día podremos dejar de sentir presión por nuestra decisión, especialmente cuando la sociedad nos tacha de egoístas y nos dice que vamos a acabar solas, amargadas o arrepentidas por no aceptar la inmensa alegría que la maternidad provoca?

Si deseamos ser madres pero no podemos hacerlo realidad ¿La culpa es de nuestro cuerpo “inservible”?

¿Cómo nos sentiríamos si nos obligan a ser madres sin querer serlo y debemos cuidar a una criatura que no planeamos porque de no actuar bajo la moral impuesta la sociedad juzga implacablemente? ¿Qué sentiríamos si el mejor regalo de nuestra vida fuera engendrar a un ser pero la desigualdad social, la pobreza, la violencia, el machismo o todas estas circunstancias juntas, te arrebatan tu sueño de maternar?

 ¿Qué emociones despierta el pensar que nuestra madre estaría mejor si nunca hubiera concebido? ¿Se puede ser madre sin sentir culpa?

A estos cuestionamientos me ha llevado Brenda Navarro después de leer su impactante novela: Casas Vacías. A lo largo de este libro se retrata la maternidad desde diferentes perspectivas; más allá de relacionarla con la felicidad, se aborda desde sus sombras, la incomodidad física, psíquica, el vacío emocional que provoca cuando se empieza y nunca se deja de ser madre.

Navarro nos presenta las voces de dos mujeres sin nombre, anónimas, porque podrías ser tú, podría ser yo, podría ser cualquiera.  Ambas pertenecen a clases sociales opuestas pero se conectan en denominadores comunes:  la maternidad y ser víctimas de diferentes tipos de violencia.

La autora nos describe la vida de una mujer de estrato social acomodado que detesta la idea de ser madre pero termina teniendo un hijo por la necesidad de aprobación de su marido y la idea de que concebirlo le daría un mejor futuro. Esa decisión la lleva a sentirse en una cárcel de la que desea salir desesperadamente. La incomodidad de la gestación de ese nuevo ser y los cambios sufridos en su cuerpo los siente como un castigo.  Traicionarse a sí misma le provoca una tremenda culpa porque el remordimiento que más nos daña es el de no ser fiel a nosotras mismas y no lo somos cuando nos dejamos dominar por el miedo, cuando priorizamos el deseo de los demás por encima de nuestras aspiraciones.

No bastando con esta carga emocional, un día su hijo Daniel, a quien considera una contradicción en su vida, desaparece mientras jugaba en el parque, entonces el cargo de conciencia y la depresión se adueñan de ella sintiéndose un fracaso de madre: “La seña particular de Daniel era yo, una madre que no debió ser madre” nos dice la protagonista.

La otra mujer, quien nació en un contexto de desigualdad social, machismo, de patrones familiares de violencia que fueron ejercidos sobre ella por su propia progenitora y parecen condenarla a repetirlos, tiene el desesperado anhelo de ser madre.

Motivada por esa aspiración, luego de sufrir un aborto y la imposibilidad de embarazarse nuevamente, se roba a Daniel para renombrarlo como Leonel y así criarlo como su hijo.

Dentro de estas desgarradoras historias encontramos subtramas, relatos relacionados directa o indirectamente con las protagonistas y que funcionan para darnos un espectro más amplio sobre los contrastes de la maternidad: la hija que perdió a su madre por culpa de un padre feminicida, la madre con el sentimiento de culpa por criar a un hijo asesino, la mujer violada y obligada a ser madre, aquella feliz de ser madre pero la violencia le quitó esa dicha, el dolor de las madres que buscan desesperadamente a sus hijos desaparecidos y quien reniega de la vida porque le tocó la peor de las madres.

Este libro es el torrente de pensamientos de las protagonistas, una reflexión constante, una confesión de dolor, de angustia, de tristeza, de anhelos, de remordimientos y culpa, todos estos sentimientos en torno a la sombra de la maternidad.

Todas estas historias están atravesadas por los sentimientos más crudos, agudos y viscerales, creo que la intención de Brenda Navarro al hacer sentir al lector esas emociones incómodas es visibilizar y provocar empatía con la infinidad de realidades que enfrentamos las mujeres, principalmente cuando el juicio de la sociedad es tan despiadado que orilla a ir en contra de los propios deseos.

La mayoría de las mujeres fuimos criadas a través de la obediencia a las normas, valores, estereotipos y roles de géneros inculcados por la familia, el estado, la religión, el sistema educativo y el económico. Por eso desde la infancia si nos comportamos de manera distinta a los estándares impuestos inmediatamente la culpa se hace presente.

Imagino las diferentes posibilidades de maternar, no pienso que ser madre signifique sea igual a opresión pues muchas mujeres viven una crianza amorosa y feliz, pero siento importante desromantizar la maternidad ya que no siempre se anhela o se vive desde la luz, existen otras maternidades que se experimentan de forma amarga y cruda pero al fin auténtica como nos muestra Casas Vacías. El punto es que la decisión de ser madre le corresponde solo a la mujer sin que el patriarcado las constriña a tomar decisiones que no desea.

Porque “La maternidad será deseada, elegida, voluntaria, informada, o no será”.

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