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La insultante desmemoria de la familia Mier

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La amnesia selectiva es de las principales enfermedades a la que los políticos pequeños recurren de manera constante para esquivar la realidad.

Sí, hay enfermedades psiquiátricas, como la cleptomanía y la mitomanía, que los hombres y mujeres de poder eligen voluntariamente para sacar sus desmedidas ambiciones.

Es cierto, en el círculo rojo hay enfermedades que se eligen.

En política, los cleptómanos, quienes hace tres cuatro años dejaron su barrio en el Centro Histórico para arribar al Palacio del Ayuntamiento de Puebla, son adictos a robar del erario y son profesionales para desviar recursos públicos de cualquier dependencia.

Los claudistas saben muy bien de lo que aquí hablamos.

Mientras que las y los mitómanos del círculo rojo, como los marinistas, quienes en la actualidad tienen en Alejandro Armenta a su esperanza para regresar al poder, le apuestan por la rápida habilidad del pueblo bueno y sabio (Andrés Manuel López Obrador dixit) para olvidar el pasado.

Lo sabemos: un pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla.

Armenta Mier es un político hábil para traicionar y mentir. Su carrera política se ha caracterizado por las cuchilladas por la espalada y por las mentiras sistemáticas.

Hay otros, como la familia Mier Bañuelos que sufren de una amnesia selectiva, pues olvidan a su conveniencia para que los electores no recuerden su oscuro pasado y sus vínculos con el crimen organizado y las bandas huachicoleras del Triángulo Rojo, que tienen en Tecamachalco, la tierra de este clan, su base de operaciones y su madriguera.

Ellos, Ignacio Mier y sus dos hijos, Daniela y Nachitito, sí que le apuestan a la corta memoria del noble pueblo mexicano que es capaz de votar por cualquier personaje de dudosa reputación, como el actual coordinador de los diputados federales de Morena en San Lázaro o el edil tecamachalquense, siempre y cuando esté respaldado por López Obrador y su halo divino.

La desmemoria de la familia Mier Bañuelos es insultante para los poblanos.

Se necesita ser muy cara dura para olvidar el pasado de Mier Velazco enrolado en el priismo más rancio y dañino, como lo fue la era de Manuel Bartlett al frente de la entidad poblana en la década de los noventa.

Habrá que recordarle a Daniela Mier, quien ahora se inmola en Facebook con la llama de la 4T, su pasado como operadora de los Moreno Valle en la fraudulenta y sangrienta elección del 2018.

De hecho, fue el propio López Obrador quien bautizó a Rafael Moreno Valle como “el gober mafioso” en una de sus muchas visitas a Puebla antes de la elección del 2012.

“Yo lamento mucho que haya sucedido en Puebla lo que tampoco se pudo haber evitado, pero es muy lamentable que se fue el gober precioso y entró el gober mafioso, o sea, pobre de Puebla. A él (Moreno Valle) lo impuso La Maestra, ya nada más con eso, él es fruto de Elba Esther Gordillo, ya para qué hablamos más”, fueron las palabras de López Obrador que la hija de Nacho Mier optó por olvidar para darle su apoyo a la esposa de siniestro Rafael.

Con qué calidad moral, la diputada local habla de supuestos acarreos, lucros con los programas estatales o presiones a alcaldes, cuando su papá es el primero en colgarse de la estructura del gobierno federal y de sus proyectos sociales, a través del pillastre Addi César y del inoperante Rodrigo Abdala, para crear una estructura territorial y electoral, de la que hoy carece ante su nula capacidad como un aspirante serio para abanderar a Morena en el 2024.

La hija de Mier da pocas muestras de recobrar la memoria, pues en sus publicaciones en redes sociales acusa de soberbia al gobernador Miguel Barbosa (sin mencionar su nombre) de soberbio al realizar la Marcha de los 100 mil del domingo cuando su padre es el político más pequeño y arrogante del estado, quien no ha podido tenderle la mano al mandatario estatal y reconocerlo como el único jefe político de la entidad.

Daniela Mier, en sus lamentos, también menciona el “lucro de la desigualdad”, pero omite que Ignacio Mier en los comicios del 2018 vaya que lucró y traincinó al pueblo desigual por el que López Obrador trabaja y del que ahora se preocupa mucho la legisladora.

Y es que, Mier Bañuelos, al parecer, ya olvidó que su padre recibió de mano del infame Eukid Castañón 120 millones de pesos, en una reunión secreta de la que hoy todos saben, en un piso de la Plaza Centro Mayor, de Julián Ventosa, para voltear que Enrique “El Sultán” Doger fuera el esquirol de Martha Erika Alonos y el propio coordinador de los diputados federales de Morena el quintacolumnista en el equipo del hoy gobernador.

Si de “lucrar con la desigualdad” ­–sea lo que eso signifique en el vocabulario de Daniela Mier– ahí están los millonarios contratos que Ignacio Mier, Moisés Mier Villaverde y Arturo Rueda, el reo del Penal de Tepexi que era socio del legislador, recibieron de los gobiernos morenogalistas.

Si nos metemos en acarreos tan solo basta echarle un ojo a las pírricas y ridículas asambleas distritales que Nachito Mier viene organizando al interior del estado, en las que, ha cambio de becas y beneficios de la corrupta Secretaría federal del Bienestar en Puebla, apenas logra juntar a 200 personas.

No por nada, los mieristas y sus aliados lo claudistas se atreven a organizar una marcha como la que encabezó el gobernador Barbosa.

Su pequeñez política los hunde.

Ya ni hablar del ignominioso pasado priista de Mier cuando era el ‘mapache’ principal de Bartlett.

Los ejemplos de su impresentable pasado están a la vista de todos.

Y eso que en esta entrega no abordamos las presuntas ligas de estos caciques con las bandas dedicadas al robo de hidrocarburos, tráfico de armas y narcomenudeo en el Triángulo Rojo, que han sido denunciadas mediáticamente por pobladores de Tecamachalco.

La corta memoria de la familia Mier es insultante para los poblanos.

Una amnesia selectiva digna de estudios psiquíatricos.

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