Al menos diez personas fusiladas en la vía pública, a plena luz del día. Más de media centena de implicados, al parecer todos relacionados con el crimen organizado. Decenas de vecinos traumatizados. Detalles escalofríantes de un fusilamiento en San José de Gracia, donde un riachuelo de sangre recorrió las calles con un clamor inmenso.
Es la sangre de las drogas que una vez más, nos vuelve a salpicar con su inmundicia, haciendo cada vez más profundo el fondo de sufrimiento al que puede llegar este país. Desde los tiempos en que las primeras ejecuciones en la vía pública comenzaron a aparecer en las páginas de los diarios -allá por los años noventa -los mexicanos hemos venido superando nuestros propios límites de asombro respecto a cómo la canción de José Alfredo Jiménez cobra prevalencia en todo el territorio: aquí, la vida no vale nada.
No vale nada la vida en Ciudad Serdán, donde cinco personas fueron ejecutadas y torturadas este jueves, también a raíz de sus actividades ilícitas, relacionadas con el comercio de drogas. Tampoco vale la vida en Guanajuato, de donde nace originalmente esta canción. Ni en Colima, ni en Tlaxcala, ni en Sinaloa, porque todo el terriotrio de México puede ser hoy escenario de ejecuciones extrajudiciales y sumarias, similares a las de los tiempos de la Revolución, y en los que una bala perdida puede también terminar con los sueños de personas que no tienen nada qué ver con el narcotráfico.
Si eres consumidor de drogas, puede que te imagines engañosamente que poco tienes que ver con estas imagenes de horror, relatadas anteriormente. Quizás pienses de una forma muy ingenua que lo que sucede Marcos Castellanos, Michoacán; que los cuerpos colgados en Zacatecas, o los embolsados que amanecen prácticamente todas las semanas en Puebla, no están relacionados para nada contigo ni tienes tú la culpa de lo que a ellos les pasó: “allá ellos por andarse juntando con gente peligrosa”, tú nada más consumes de vez en cuando.
Pero te tengo una noticia: la sangre de las drogas nos mancha a todos y los consumidores somos un eslabón fundamental de esta cadena de horror y de muerte.
Por eso el mensaje de la última campaña contra las adicciones que ha puesto en marcha el gobierno federal, tiene razón y no puede ser más certero, inobjetable: la sangre de las drogas nos mancha a todos.
Por eso no puede haber congruencia en mis palabras, si no existiera el compromiso firme de mantenerme por el camino angosto y derecho, alejado de toda esa locura que significa vivir “en el viaje”. mirándome las manos manchadas por esa sangre que hoy recorre todo México.
Al igual que lo hizo un hombre admirable, recientemente fallecido, a quien le dedico esta columna.
El ejemplo de Pedro César Carrizales, “El Mijis”, nos inspira y hace creer que una rehabilitación total es posible. Que contario a lo que muchos pronostican, podremos dejar las drogas para siempre. Que a pesar de los tropiezos, algún día nos levantaremos para no volver a caer.
Mijis, un albañil y pandillero de San Luis Potosí ha marcado la pauta y su historia de vida, de chico banda a activista social, de legislador a doctor honoris causa, debe ser la inspiración mas no el camino. Ese lo decides tú.
No cabe duda: las palabras inspiran pero el ejemplo, el ejemplo arrastra.
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