Desde hace muchos años Puebla como estado no generaba orgullo y, por el contrario, referir la poblaneidad era un asunto vergonzante a nivel nacional y hasta internacional.
Contrario a la extraordinaria historia y riqueza que envuelve a la entidad, mencionar nuestra ciudadanía o a nuestro estado era motivo de escarnio, burlas y hasta menosprecio por el gran daño y la pésima imagen que le provocaron a Puebla los últimos gobiernos del PRI y del PAN.
Durante el sexenio de Mario Marín, Puebla se colocó en el ojo internacional gracias al escándalo entre el ex mandatario y la periodista Lydia Cacho, quien fue torturada y aprehendida de manera ilegal por el priista, que paga su condena en una Centro de Rehabilitación Social en Quintana Roo.
Además de la corrupción y los escándalos sexuales que marcaron al marinismo, el estado tardó muchos años en recuperarse del ignominioso paso de los “preciosos” en la administración pública.
Puebla solo era reconocida por su góber precioso.
El triunfo de Rafael Moreno Valle hace más de una década para llevar por primera vez a la alternancia al gobierno del estado impregnó de una gran ilusión a los poblanos, pero muy pronto la realidad nos golpeó a todos.
Puebla una vez más se hundió en la vergüenza.
Y es que, el oscuro régimen morenovallista no tardó mucho en demostrar sus intenciones de saquear hasta el último centavo de la entidad para financiar un fallido proyecto presidencial que jamás se consolidó y por el cual Puebla fue hipotecada con una deuda impagable.
La desproporcionada promoción personal de la imagen del siniestro Rafael y sus obras de ornato y oropel en uno de los estados más pobres de México eran temas de conversación a diario en las principales mesas de poder del país así como los múltiples casos de desvíos de recursos públicos, que eran documentados por medios locales y nacionales.
Mientras Puebla se colocaba como el tercer estado más pobre de la República, Moreno Valle derrochaba miles de millones de pesos en una noria gigante, en un tren turístico inservible, en un miniteleférico, en puentes con sus iniciales y en un museo de tabla roca vació por dentro.
La infamia tocó su punto más alto cuando estalló el sangriento caso de Chalchihuapan.
Puebla una vez más se ensució por el góber bala.
Hoy, la realidad es otra.
Puebla es otra.
La entidad recobró su grandeza, su historia y su orgullo.
El pasado miércoles, el gobernador Miguel Barbosa durante la presentación de la monumental bandera de México en el Mausoleo de Ignacio Zaragoza en los Fuertes de Loreto y Guadalupe emitió un discurso por lo más emotivo y que llenó de un gran ánimo a todos los poblanos.
“Qué orgullo de ser poblano y qué responsabilidad tenemos de preservar la historia de México y los valores que no dan patria”.
Y es que, Puebla forma parte innegable de la historia del país.
Por aquí se formó nuestra nación al ser el punto de encuentro entre el Puerto de Veracruz, la puerta del mundo a México, y la Gran Tenochtitlán, hoy Ciudad de México.
Puebla es orgullo de México por su riqueza de tradiciones, por su gastronomía, por ser cuna del barroco, por su historial religioso, por sus vestigios prehispánicos, por sus pueblos mágicos, por su historia, por su gente.
No es ninguna coincidencia que desde hace meses, la Ciudad de Puebla y la zona metropolitana ha sido sede de grandes encuentros nacionales e internacionales de diferentes sectores de la política, empresarial y asociaciones civiles.
Todos tienen ganas de Puebla.
La Angelópolis ha albergado congresos y foros de Bienestar, Salud, Gobernación, Seguridad, Transparencia, Electorales, de Vivienda y demás encuentros de connotación federal y mundial.
La estrategia de lanzar la Marca “Puebla” y el proyecto “Que Reviva Puebla” son todo un éxito y sus resultados están a la vista de todos.
Los planes en seguridad, salud, turismo y economía son ejemplo y son reconocidos por todo el país.
Puebla, sus artesanos y sus productos llegan a otros estados y a otras ciudades del mundo, que quedan maravillados por su riqueza y grandeza.
Atrás quedaron los tiempos del poder desquiciado, de los gastos fatuos y de los escándalos de sus gobernadores.
Hoy, todas las políticas públicas están enfocadas para y por los poblanos que más lo necesitan.
Esa es la apuesta.
Ese será el legado.
Puebla recuperó su orgullo y al fin superó los escándalos políticos que ensuciaron su grandeza.
Sí, otra vez es un orgullo decirse de aquí.
Ser de Puebla y ser poblano es un orgullo.
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