Conta toda lógica, la irrupción de Andrés Manuel López Obrador en el sistema político mexicano vino a marcar un antes y un después en las elecciones presidenciales.
El llamado “Tsunami” de AMLO fue un mote perfecto para describir el fenómeno visto en las urnas como no se había visto ni en la primera alternancia en México cuando en el 2000 Vicente Fox llevó al PAN a la presidencia de la República con una imagen disruptiva, irreverente y hasta distante del político tradicional al estilo del viejo PRI.
López Obrador creó un nuevo paradigma para los procesos electorales en México.
Antes, el partido era el que sostenía a los candidatos. No por nada el Revolucionario Institucional fue bautizado como el “partidazo”.
Ningún cuadro tricolor estaba por encima del PRI.
En el PAN sucedía lo mismo. Su doctrina, ideología y visión siempre mantuvo a flote a sus liderazgos, quienes nunca rebasaron la figura de Acción Nacional a pesar del arrastre en sus bastiones como Querétaro, Guanajuato o Yucatán.
Andrés Manuel es el primer hombre-partido en el tablero geopolítico nacional.
Nadie puede entender a Morena sin la figura de López Obrador como cimiento para sostener al partido que él mismo creó y solo él llevó al poder en apenas cinco años de su creación.
La rareza de AMLO difícilmente se repetirá en el largo plazo durante las campañas electorales por la Silla del Águila.
Bien dicen que los votantes ya no ven los colores ni las siglas partidistas para elegir a qué candidato llevar a un cargo de elección popular.
El tan anhelado voto switcher basa sus preferencias en las personas y no en los partidos.
El perfil antes que lo político.
Ninguna de las “corcholatas” de Andrés Manuel López Obrador cuenta con este arrastre y ese potencial con el que el hoy presidente de la República se subió a un tren bala para llegar a Palacio Nacional sin ninguna complicación en su tercera aventura electoral consecutiva.
Y es que, el gran secreto de AMLO fue convencer a casi todo el país que él representaba el «triunfo de los pobres», el «político que cruzó el pantano sin mancharse» y la “esperanza de México”.
López Obrador aprovechó la decadencia del PRI y la complicidad del PAN para conectar con el electorado.
No fue Morena, fue el nacido en Tabasco.
A tres años de los comicios presidenciales, ninguno de los alfiles lopezobradorista ha podido, si quiera, acercarse a lo realizado por el presidente de la República.
Ni Claudia Sheinbaum ni Marcelo Ebrard ni Adán Augusto López cuentan con esa base social ni la presencia que Andrés Manuel tuvo en sus recorridos por todo lo ancho y largo del país.
A nivel local, en Puebla, la situación es la misma que en el panorama nacional.
La sucesión en la entidad estará basada en las personas y no en los partidos políticos.
Las más recientes encuestas públicas así lo marcan.
Eduardo Rivera luce como el mejor perfil y potencia las posibilidades del PAN para regresar al poder.
Solo el edil capitalino logra que Acción Nacional sea competitivo de cara a las elecciones del 2024.
Pensar en Genoveva Huerta, Javier Lozano o Rafael Micalco como opciones viables es caer en la ingenuidad.
En el lado de Morena la historia es diferente, pues los sondeos realizados por las diferentes encuestadoras marcan que ni Ignacio Mier ni Alejandro Armenta le logran sumar más de la base de votos que ya tiene bien consolidada Morena, que no es más que la buena imagen que mantiene aún López Obrador en la entidad.
Por esto es por lo que el gobernador Miguel Barbosa subió a sus cartas marcadas como Sergio Salomón Céspedes, Olivia Salomón, Melitón Lozano, Gabriel Biestro, José Antonio Martínez y Héctor Sánchez, a la carrera para que compitan con el diputado federal y el senador la candidatura de Morena luego de que los primos Mier no le aportan nada al partido, en cuestión de rentabilidad electoral e, incluso, están por debajo de Rivera Pérez.
La sucesión del 2024 será una elección de personas y no de partidos.
Los esfuerzos se deben centrar en fortalecer a las personas y no a los institutos políticos.
Veremos quién mantiene el mejor perfil y logra llevar a su partido a cuestas.