Inflación y presidente inflado

No es poco cosa. En el país de las promesas mesiánicas ya se está viviendo la inflación más desastrosa de los últimos 22 años. Prácticamente, por cada peso que un ciudadano promedio gastaba hace 15 meses, hoy son casi tres pesos. Además, las tasas de interés se encuentran por las nubes como la memoria del presidente, quien no aterriza en lo absoluto sus proyectos guajiros: ni el Tren Maya será como lo soñó, ni la refinería que lo obsesionó funciona como tal, ni el aeropuerto que presumió hasta el cansancio es la panacea modernista (sí morenista) que cambiaría el rumbo de la aviación comercial. Puro elefante blanco, por cierto, inflado con deuda pública.
Pero es una situación que no debe extrañarnos. La izquierdititita de la que proviene el señor de Macuspana ha demonizado la iniciativa privada durante décadas, pues en su burbuja de cristal, la autosuficiencia y el discurso ramplón de la soberanía nacional alimentan sus prejuicios tanto de políticas públicas como de programas de gobierno. Y en voz y pluma de los mejores especialistas en economía, las finanzas del Ejecutivo ya no cuadran con la realidad. La macroeconomía no alcanza a explicar la pauperización, por lo que ahora más que nunca aplica el “estábamos mejor cuando estábamos peor”. Recientes datos duros señalan que el aumento de precios es el verdadero agujero negro. La militarización, el narco poder y la corrupción si bien verdaderas amenazas constantes, no olvidemos que en México millones de personas de todas las edades tienen que sobrevivir trabajando con sueldos y salarios miserables para medio comer, medio educarse, medio informarse, y sobre todo, pagar deudas y créditos. Queda poco tiempo para la concientización social.
Huevo, plátano y limón se venden como alimentos de lujo y no ceden. ¿Por qué cierto sector de la opinión pública comenta, de manera muy ingenua, que el alza de precios, que la tregua infinita entre la oferta y la demanda son cuestiones globales? Mucho discurso progresista que en el fondo pisa el acelerador para superar al más rapaz de los reaccionarios. La economía moral que ha engendrado AMLO se inscribe más en la premisa “neoliberal” de la socialización de las pérdidas y la privatización de las ganancias que en un proyecto de nación incluyente, demócrata, acorde a los nuevos tiempos.
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