¡Israel Vallarta Libre Ya!

La reciente difusión del documental de Netflix sobre el montaje televisivo de la detención de Florence Cassez e Israel Vallarta, orquestado por Genaro García Luna y Luis Cárdenas Palomino en 2005, con la connivencia de las dos principales televisoras del país, ha vuelto a poner en el centro de la opinión pública uno de los episodios más polémicos y apasionantes del México contemporáneo.
El caso Cassez-Vallarta es uno de esos hechos que, por su magnitud y significancia, por su representatividad en el desarrollo social de un país, provocan en “temblor” en los sistemas y las instituciones, generan controversia, perviven a lo largo de los años y representan un parteaguas en la forma que se desarrollan, por ejemplo, los medios de comunicación y las leyes.
Tal como escribió Jorge Volpi, autor del libro “Una novela criminal”, premio Alfaguara de novela 2018 y productor de la serie documental que desde hace varios días está disponible en la plataforma de streaming, la detención de la ciudadana francesa e Israel Vallarta el 8 de diciembre de 2005 fue un acto plagado de tal cantidad de irregularidades que sólo el ojo entrenado de la entonces reportera de Televisa, Yuli García, fue capaz de identificar que en ese “operativo” había algo anormal.
El olfato intuitivo y reporteril de García representó un guijarro que empezó a rodar y rodar en una pendiente nevada, convirtiéndose en una bola congelada cada vez más grande hasta que la avalancha fue imposible de parar. Esta avalancha se trata por supuesto del conflicto entre dos países, México y Francia, que estuvieron a punto de romper sus relaciones diplomáticas por algo que en su momento nadie imaginó que llegaría a ser tan grande.
Pero la publicación del documental de Netflix nos ha vuelto a recordar -una vez más -que a casi 17 años de distancia hay un hombre que permanece en la cárcel sin siquiera estar sentenciado en primera instancia. La sistemática violación a los derechos humanos de Israel Vallarta debería constituir una vergüenza para todos los mexicanos y es el signo inequívoco de la podredumbre de nuestro sistema de justicia.
A la par, tres de sus familiares permanecen en la cárcel de forma irregular, mientras el gobierno y las instituciones se siguen ensañando con esa familia. Al parecer todo se trata de la venganza de un ser siniestro, misterioso, horrible, vinculado con las más nefastas prácticas del poder político en México.
Personajes como la señora Isabel Miranda, el propio Eduardo Margolis, el hoy encarcelado Genaro García Luna y su compliche Cárdenas Palomino, Felipe Calderón, Carlos Loret y toda una lista de impresentables vuelven a aparecer, una y otra vez, en varios de estos casos que están relacionados entre sí, los cuales a su vez dan cuenta de una sentencia acuñada hacia varios años por quien hoy es presidente de México: la de “la mafia del poder”, es decir una camarilla de hombres y mujeres que se protegen entre sí para eternizar el pacto de impunidad.
Si México quiere comenzar a transitar hacia un sistema de fiscalización más fuerte, si pretendemos acabar con la vergüenza que nos significa que en pleno siglo XXI se sigan generalizando prácticas como la de la tortura para arrancar confesiones a los detenidos, debemos comenzar por respetar el debido proceso, que la justicia deje de ser un asunto de complicidades, para que ni una sola persona inocente tenga que pasar un solo día en la cárcel, mientras los verdaderos secuestradores gozan de cabal impunidad.
Porque para hacer justicia, los encargados de guardar la ley no pueden adoptar las mismas prácticas que los criminales: ¡Israel Vallarta libre ya!
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