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La sombra de los planetas, amar una y otra vez aunque nos rompamos mil veces

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Los planetas no tienen luz propia, más bien, reflejan la luz generada por las estrellas, no tienen sombra por la falta de superficie para proyectarse, aunque nosotros podemos imaginar ésta trazada negrura en ellos pues estamos habituados a verla en las cosas de nuestro mundo físico. Por eso para los protagonistas del libro del cual les platicaré hoy, La sombra de los planetas representan esas cosas inexistentes en el mundo material pero que pueden ser concebidas en el imaginario y percibidas más allá de lo tangible, porque como dice Rosseau esta capacidad de imaginar no solo es un recurso para crear, sino una forma para empatizar y sentir.  Exactamente como el amor, no lo podemos visualizar pero todos lo hemos experimentado.

La obra La sombra de los planetas, del escritor Gabriel Rodríguez Liceaga, es una novela publicada este año, cuya trama se centra en la historia de Damiana y Santiago, la cual abarca ese sentimiento universal, impulso de los seres humanos, llamado amor. Nuestros protagonistas no pueden procrear y habitan la Ciudad de México en la época contemporánea post pandémica. A través de un uso sublime de la descripción el autor nos sumerge en el ambiente de la capital mexicana, con sus rutinas habituales de oficinistas, caos y rincones surreales así como lugares icónicos fácilmente de recordar o imaginar.

En el relato se intercalan las voces de los protagonistas. Esta dualidad en la narración le otorga mucho sentido pues tal como ocurre en la vida fuera de la literatura,  las experiencias individuales se interceptan en las relaciones de pareja para la construcción de un mundo simbólico, un lenguaje en común que lleva a dos seres que se aman a mimetizarse para generar un universo mutuo de luces y sombras.

La historia comienza cuando a Damiana la despiden de su empleo como profesora en un colegio conservador. Esto por una tarea donde sus alumnos debían indagar el motivo por el cual no fueron abortados y realizar un ensayo con las pesquisas. Tras esto y de una serie de mala racha de despidos, decide junto a Santiago darse una pausa del mundo laboral para dedicar su tiempo a repartir por algunos puntos significativos de la ciudad su arte; ilustraciones de personajes famosos con la peculiar característica de tener unas nalgotas.

En las creaciones de Damiana está presente la crítica social no sólo a los estándares de belleza actuales,  sino también hacia el arte elitista. Al ridiculizar a esos personajes históricos baja el arte de su estandarte burgués. Haciendo uso del humor, tan característico de este autor en sus obras, se evidencia la crítica sobre el impedimento de vivir del arte en México. Un ejemplo de este estilo lo podemos notar de una forma aún más obvia en su obra La Felicidad de los perros del terremoto donde puedes reír a carcajadas para terminar en una reflexión cruda, punzante y cuyo resultado es un: ¡Chale, sí es cierto!

Este personaje recorre la ciudad a pie llevando sus ilustraciones, de esta manera el autor construye intencional y emblematicamente una forma de protesta para reflejar la realidad vivida por las mujeres hoy en día. Pues simplemente el hecho de caminar solas nos hace sentirnos en riesgo, vulnerables e inseguras por los tantos casos de violencia de género. Liceaga mediante su personaje femenino visibiliza la problemática, pero también asume que por mucha empatía que se tenga al respecto, un hombre jamás podrá sentir aquello que siente una mujer caminando por una ciudad que constantemente la acecha.

“Un hombre jamás sabrá lo que es avanzar en una ciudad que tácitamente te falta al respeto. No queda ninguna duda de que caminar en esta ciudad es vulnerar, ponerte en peligro”.

En su deambular por la ciudad podemos leerla en una constante charla consigo misma, cuestionando sus memorias y lo que va percibiendo en el camino, su carácter es tan introspectivo que la ha llevado a desear vivir en un cuadro de Remedios Varo porque como ella misma admite “ tiene una vida interna muy intensa”.

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Por su parte, Santiago es publicista, cinéfilo, lector y durante el desarrollo de la novela escribe, a manera de terapia, la recapitulación de sus vinculos sexo afectivos. Rememorar su pasado amoroso lo lleva a reflexionar sensiblemente sobre el amor hacia cada una de las mujeres en su vida, rozando sentimientos como la desesperanza, la melancolía, la ternura o la sensualidad. 

Una de las partes del libro más disfrutables, a mi parecer, es la manera de relacionar las historias que tuvo con estas personas con obras clásicas de la literatura, lo cual me lleva a interpretar que pese al  término de las relaciones, tal como pasa con los libros, siempre nos quedamos con aprendizaje, algo de ellas se queda en nosotros, siendo en el presente la suma de todas estas experiencias.

La vida íntima de esta pareja, también refleja la manera en que la sociedad se relaciona hoy en día, la búsqueda del amor y la forma de amar en esta época, resaltando el cambio en las interacciones amorosas con el uso de la tecnología y las redes sociales, pues constantemente podemos leer a los protagonistas comunicarse a través de ellas. Es un registro también para la posteridad, las futuras generaciones podrán leer esta novela y darse cuenta de los cambios en nuestra forma de querer después de la pandemia, la cual propició, como bien sabemos, el aceleramiento en la comunicación a través redes sociales y demás aplicaciones tecnológicas.

Me encantó la manera en que el  autor, a través de Santiago, narra con extrema ternura y sensibilidad  las rutinas, las dinámicas de pareja, los encuentros íntimos, las caricias, los besos, la sensualidad  y la entrega total.  “Mi cerebro, estómago, corazón y sexo son tuyos Damiana. Que así sea”.  Pero también nos muestra la otra cara de la vida en pareja, la de los desacuerdos y pláticas incómodas. Este libro nos hace pasar de una emoción a otra, de cero a mil y viceversa, saltamos de la dulzura hasta la frustración. Fácilmente nos identificamos al recordar nuestros encuentros, los inicios, la culminación de éstos, o cuando se transforman como dice el protagonista en “un rollo de cinta canela del que no se le encuentra un principio ni un final”.

Este libro nos incita a una cuestión existencial, de la cual estoy segura muchos nos hemos planteado y nos hace preguntarnos, al menos a mí, qué tanto la respuesta impacta sobre el amor que otorgamos en nuestros vínculos sexo-afectivos: ¿Fuimos hijos deseados?, una duda que abre, motiva y concluye está novela. 

Por otra parte, ésta obra pone el dedo sobre la herida en algo que me atrevo a decir, nos duele a todos: la posibilidad de amar que de pronto se transforma en imposibilidad y nos hace reflexionar sobre la impermanencia, la cual no excluye a las relaciones amorosas por supuesto, sino que incluso en nuestra época esta cualidad se acentúa pues pareciera que las relaciones hoy en día se construyen para fracasar rápidamente.

¿Qué pasaría si a modo de ejercicio terapéutico escribiéramos, como Santiago, sobre nuestros encuentros amorosos? ¿Qué recordaremos de ellos? ¿Qué momentos resaltarían? Cada quien va a llegar a su particular respuesta pero seguramente  compartiremos un punto de vista: lo que somos hoy es resultado de quiénes y cómo nos amaron,  así como de la manera en que nosotros amamos. Las relaciones terminan, pero la fuente del afecto está en nuestro interior, un manantial inagotable que nos rescata para sentirnos eternos, aunque sea por un brevísimo periodo de tiempo todo se detiene, en esta realidad finita. Tal vez por eso elegimos amar una y otra vez aun cuando nos rompamos mil veces.

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