Ni venganza ni ilegalidad.
Si algo está claro con el inicio del proceso de expulsión del Partido Acción Nacional de Eduardo Alcántara es que el grupo hegemónico, que controla actualmente al panismo local y que encabeza Eduardo Rivera, va a jugar a ganar en los comicios sucesorio del 2024.
Se equivocan todos aquellos que ven al PAN como moralmente derrotados en las elecciones del próximo año, pues, al menos en la entidad, existe pruebas desde los procesos del 2019 y 2021, que la oposición se ha venido recomponiendo a tal grado de dominar la capital y la zona metropolitana y tener al aspirante con más conocimiento, más positivos, mejor confianza y mayor intención al voto, entre sus filas, en la figura de Lalo Rivera.
Y es que, la diferencia entre la alianza Juntos Haremos Historias, de Morena, PT y Verde Ecologista, y el bloque Va por Puebla, del PAN, PRI y PRD, hoy por hoy, no supera los 30 mil votos en la próxima elección al gobierno del estado, al decir de las encuestas privadas que ya obran en los escritorios de los principales interesados en aparecer en las boletas que circularán el primer domingo de junio del 2024.
La exclusión de Alcántara Montiel de las filas del PAN poblano se debe entender como un acto de justicia plena para todas las mujeres que militan en el partido azul luego de que la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación confirmó que el diputado local cometió violencia política de género en contra de Erika de la Vega, quien acusó a este por hostigarla y acosar sexualmente.
No se puede defender lo indefendible.
La determinación de la dirigencia estatal panista, que encabeza Augusta Díaz de Rivera y Marcos Castro, es plausible por donde se le vea, ya que el castigo de expulsar al violentador Eduardo Alcántara, quien le pidió a su víctima dinero en efectivo o sostener relaciones sexuales con él a cambio de una candidatura en el 2021, debe marcar un precedente en la vida partidista de Puebla y replicarse en todos los institutos políticos, que cuenten entre sus militantes a agresores o agresoras de género.
Bien harían los líderes de Morena en Puebla, Olga Romero Garci-Crespo y Agustín Guerrero, con iniciar una purga similar a la del PAN con afiliados como Claudia Rivera o Andrés García Viveros, que ya fueron sancionados como violentadores de género y acosadores sexuales.
Las acciones del PAN en Puebla deben tomarse como un parteaguas en la lucha del empoderamiento femenino y los derechos de las mujeres que buscan cargos políticos para vivir libres de violencia, acosos o agresiones de carácter sexual.
Son simplistas, por decir lo menos, las declaraciones de Alcántara al referirse a su proceso de expulsión como una vendetta política y no reconocer sus errores y excesos como mano derecha de Genoveva Huerta, la exlideresa estatal panista que empoderó al primer panista inscrito en el padrón nacional de violentadores de género.
El proceso aprobado por mayoría de votos el lunes por la Comisión Permanente estatal del PAN también tiene lecturas políticas, pues sin Alcántara Montiel en el albiazul, el proyecto de Lalo Rivera se quita de la espalda a un quintacolumista y a un “escorpión”, que responde únicamente a los intereses de Ignacio Mier y de Fernando Manzanilla, quien es el verdadero protector y padrino político del exregidor capitalino.
Centrar el debate en las aspiraciones de Eduardo Rivera como motivación principal para castigar a Alcántara Montiel no es más que un acto desesperado de este último, quien ya no podrá jugar al infiltrado para la causa de Mier Velazco y Manzanilla Prieto, rol que ha tenido desde el 2019.
La único cierto es que el PAN no pierde mucho, sino es que nada en lo absoluto, con la expulsión de Alcántara, pues el diputado local no representa más que un voto en el Legislativo poblano, un militante sin un peso específico o corriente político al interior del albiazul o un gran operador electoral.
¿Qué elección coordinó o ganó Eduardo Alcántara en los últimos años o qué distrito de la capital o del interior del estado, ya sea local o federal, puede presumir como su bastión?
Si bien el legislador es un buen conspirador –muy al estilo de Fernando Manzanilla–, la realidad es que su salida no es más que un voto perdido para el PAN en las próximas elecciones.
La guillotina cayó sobre Alcántara y –más que un par de sus voceros– nadie llora su desgracia.
Ni Genoveva Huerta se ha pronunciado al respecto.
Eso sí, la purga iniciada por el PAN es la señal de que en la casa azul ya velan armas para el 2024.
Adiós a los traidores, quintacolumnistas y violentadores de mujeres.