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Lo que no se ve, no existe

Columna Cuarto Propio

El día de ayer, la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas lanzó un comunicado en el que declara la postergación de la convocatoria para los Premios Ariel en su edición 2023, a causa de la grave crisis financiera en la que el Gobierno Federal mantiene a esta y otras instituciones dedicadas a la incentivación y la divulgación de la cultura en el país. Las reacciones no se hicieron esperar y una de las voces más escuchadas fue la de Guillermo del Toro, quien no dudo en reprochar que el Cine Mexicano y sus instituciones son víctimas de una destrucción sistemática sin precedentes.

Las palabras contundentes de Del Toro activaron a las hordas de bots y a la fanaticada cuatroteísta que hasta ese momento solo se habían enfocado en defender la marcha organizada por el Partido en el poder, esa que busca demostrar que los mexicanos no estamos tan enojados con el desmantelamiento permanente de los mecanismos y de las entidades encargadas de dar certidumbre a la democracia nacional, y que la muina se nos olvida con un quinientón, una torta y un jugo.

Entre su ignorancia y su fe incondicional hacia las promesas mesiánicas, los seguidores del populismo explotaron contra la AMACC que, según ellos, se ha encargado que difundir indiscriminadamente cintas de Eugenio Derbéz, Omar Chaparro y Martha Higareda, dañando las mentes de los espectadores que no tienen más remedio que reírse intensamente y dejar de cumplir con la manda de sacrificio, de reflexión y de moralidad que exige la nueva revolución socialista mexicana.

Ante las visión monocromática de la falsa izquierda, la realidad llena de colores y matices. Las películas, como todo arte, representan el mundo desde diversas perspectivas y, como expresiones culturales, construyen y reconstruyen identidades. Los ideales marxistas de los críticos que veían en la cultura de masas una amenaza contra el “verdadero arte” quedaron atrás desde que el pueblo vio retratada su vida cotidiana en las primeras cintas de los hermanos Lumière.

En México, la democratización de la cultura se dio cuando el pueblo dejó de ser visto como espécimen digno de estudio y se convirtió en fuente de historias para las producciones cinematográficas. Las salas de cine se llenaban con espectadores deseosos de la experiencia masiva del cine que les permitía observarse en las caras de Dolores del Río, de Pedro Infante, de Jorge Negrete, de Sara García y demás actores que se ganaron el corazón de los mexicanos con la emotividad de sus interpretaciones.

Las características que hacen una cinta más o menos aclamada por la crítica no son las mismas que las vinculan con el público y negar que el cine popular también forma parte de la dinámica cultural del país, invisibiliza la experiencia de los que las consumen, cosa que los marxistas trasnochados no han considerado. Los contrastes que caracterizan la identidad del país dan origen a múltiples realidades que, en un contexto democrático como el que se busca, deben contar con las mismas garantías para la visibilidad, es por esto por lo que la labor de instituciones como la AMACC es tan importante.

Desde 1946, la AMACC ha reconocido anualmente a los mejores trabajos cinematográficos tomando en cuenta su calidad artística, técnica y científica, pero también se ha encargado de promover la difusión, la investigación, la preservación, el desarrollo y la defensa de las artes y las ciencias cinematográficas. Pareciera entonces que para el Gobierno Federal lo que menos importa en este momento es defender las artes, cuya razón de ser es la representación y la expresión de las realidades de un país.

Los últimos tres años, el galardón fue otorgado a tres cintas esclarecedoras de la trama actual nacional. Ya no estoy aquí (2020) expone las repercusiones del inicio de la Guerra Contra el Narcotráfico en el norte del país, donde las pandillas se vieron arrasadas por delincuencia organizada. Sin señas particulares (2021) muestra la realidad de las madres buscadoras que se enfrentan a todo lo que las autoridades temen con tal de encontrar al menos los restos de sus hijos. Noche de fuego (2022)cuenta la historia de las niñas que deben ocultar el desarrollo natural de sus cuerpos para no ser secuestradas y explotadas por los narcotraficantes que controlan su pueblo.

El galardón de la AMACC obtiene su nombre del libro homónimo de José Enrique Rodó, en el cual el Ariel simboliza los ideales, la unidad y la defensa de la “vasta y profunda cultura de América Latina”. ¿Será que al Gobierno le disgusta que la cultura mexicana siga desarrollándose en un contexto de violencia y muerte? ¿Será que le molesta que las cintas premiadas retraten las mismas problemáticas de las que no ha podido encargarse en los últimos cuatro años? ¿Será que busca callar las voces que evidencian la ineficacia de sus estrategias para seguir culpando al neoliberalismo? Porque lo que no se ve, no existe y al apagar la pantalla grande, el Gobierno nos tapa los ojos.

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