Solo Andrés Manuel López Obrador y su círculo más cercano entienden los oscuros y torcidos renglones de su sucesión.
Todo se vale en la lucha por el poder.
“En política lo que un día es al otro ya no”, esta premisa tan usada en el círculo rojo hoy más que nunca está tan vigiente.
La sucesión lopezobradorista tiene reglas y renglones nunca antes visto.
Y es que, AMLO aprendió que para tener y mantener el poder está antes el pragmatismo que los ideales y las pasiones políticas.
Algo aprendió el hoy residente de Palacio Nacional de sus dolorosas derrotas consecutivas en las elecciones presidenciales del 2006 y del 2012.
Nadie como Andrés Manuel para reinventarse y corregir el derrotero en su largo periplo de 12 años para portar la banda presidencial.
Su actitud, su discurso y, lo más importate, sus alianzas cambiaron de forma drástica de aquel hombre que se enfrentó contra Felipe Calderón hace 17 años al que en 2018 ascendió al poder.
Empresarios, políticos tránsfugas de otros partidos y hasta las televisorias tuvieron el cobijo que jamás pensaron encontrar en los brazos del tabasqueño.
Todo lo que López Obrador ha construido desde hace cinco años, el primer domingo de junio del próximo año tendrá su inevitable cita con la historia.
El gran referendum del régim de la llamada “Cuarta Transformacion”.
El lema de campaña “Juntos Heremos Historia” estará sentado en el banco de los acusados y será juzgado por los 15 millones de mexicanos que podrán votar en los comicios federales del 2024.
Lo que se suponía a ser un día de campo, ahora ya ha encendido las alarmas en el cuarto de guerra lopezobradorista ante la impensable irrupción de un perfil que logró sacar del letargo a la oposición y que ha incomododo muchísimo al presidente de la República.
La presencia de Xóchitl Gálvez sacudió el tablero de la sucesión y provocó que AMLO tuviera que corregir su hoja de ruta en la que se tenía proyectado superar el 66% por ciento de las preferencias electorales en la elección presidencial y ganar la mayoría simple en el Senado y la Cámara de Diputados.
De las cuentas alegres se pasó a las cálculos apretados.
Adicto –como nadie– a morirse con sus modos y formas, López Obrador tuvo que echar mano otra vez del pragmatismo para no poner en riesgo la permanencia de la 4T en el poder por un sexenio más.
Los casos de las declinaciones de Rabindranath Salazar y Zoé Robledo como aspirantes a candidatos de Morena en Morelos y Chiapas, respectivamente, dibujan de pies a cabeza que ni los afectos ni las querencias influirán en Andrés Manuel para mantener a su Movimiento seis años más en el gobierno de la República.
Nadie puede negar que Rabindranath y Zoé son dos de las personas más cercanas y más queridas por López Obrador y que él respaldaba sus aspiraciones de gobernar a los morelenses y a los chiapanecos en el 2024, sin embargo, los peligros de la irrupción del “Factor X”, insisto, modificó por completo el mapa geopolítoco a nivel federal y en los nueve estados que también tendrán elecciones concurrentes.
Además del inesperado crecimiento de Xóchitl Gálvez, los acomodos para entegar cinco candidaturas a mujeres ha metido en un tremendo brete a Morena y al presidente de México.
La obligatoria cuota de género, así como concretar alianzas con sus respectivos acuerdos y cuotas pesan más que entregar candidaturas con base a las querencia, afectos o cercanías.
Salazar y Robledo son los primeros de los muchos daños colaterales que dejará la herencia del poder de López Obrador.
Por meses, el exdirector del Banco del Bienestar y el exdirector del IMSS-Bienestar encabezaron todas las encuestas públicas y privadas en Morelos y Chiapas y parecía que nadie frenaría su llegada al gobiero de sus respectivos estados.
Lo que parecía ya no fue.
“Rabin” Salazar tuvo que frenar sus aspiraciones a pesar de ser uno de los hombres mas files y queridos por Andrés Manuel, pues empezó a correr el rumor que Morelos –como sucede en Puebla– será reservado para que la candidatura recaiga en una mujer, que podría ser Margarita González Sarabia, la exdirectora general de la Lotería Nacional o Lucía Meza, quiem pidió licencia a su escaño en la Cámara alta.
La historia de Zoé Robledo es aún más compleja, ya que el fiel soldado de AMLO tuvo que declinar sus aspiraciones de gobernar Chiapas y hacer pública su permancia en el IMSS para completar la migración al nuevo sistema de salud como pretexto ante el pacto sellado entre el presidente hizo y Manuel Velasco, que se resume en que el segundo llevará mano para poner candidato, el cual sería su alfil Eduardo Ramírez Aguilar.
López Obrador tuvo que ceder el espacio al “Güero Velasco” para no romper con el Partido Verde Ecologista y que la corriente del exgobernador chiapaneco al interir del PVEM siga operando a favor de Claudia Sheinbaum.
Otra vez el pragmatismo pesó más que las querencia del “ciudadano”.
Dos sacrifios que calaron hondo en Puebla.
Y es que, Ignacio Mier ha gritado a los cuatro vientos que él “es el más cercano a López Obrador”, pero bien haría el diputado federal en mirarse en el espejo de «Rabín» y Zoé.
Las cuotas género y los acuerdos políticos están por encima de las supuestos “afectos” del presidente de México.
Nada puede poner en riesgo la victoria del 2024.
Algo está claro: ser “el más cercano” a AMLO ya no es suficiente para tener boleto para las próximas elecciones.
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