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Nuestra invencible resistencia

biblionauta

Hoy hago esta columna leyendo y recordando, viendo un pasado y un presente poco favorable hacia el futuro, aunque sin perder la esperanza. Hoy escribo está columna para hablar y crear consciencia, o al menos intentarlo, lo hago por María Eugenia Ocampo, la psicóloga asesinada en Puebla el dos de diciembre a tan solo unos días de iniciar un nuevo año, por Judith Abigail, por Debanhi Escobar, por Ingrid Escamilla, todas las víctimas de feminicidio y sus familias.  Por aquellas, como bien dice la escritora Cristina Rivera Garza , “Mujeres que han crecido en una ciudad y un país que las acosa paso a paso y nos las deja en paz- Mujeres siempre a punto de morir. Mujeres muriendo y sin embargo, vivas. Con pañuelos atados a la cara y tatuajes sobre antebrazos y hombros, …Mujeres en busca de justicia. Mujeres exhaustas y juntas. Hartas ya pero con la paciencia que solo marcan los siglos. Ya para siempre enrabiadas”. 

Cuando la muerte de los seres queridos se deriva del odio, violencia e injusticia implantado por un sistema machista y patriarcal,  el dolor de los padres, familiares y amigos se acompaña de una digna rabia,  así como del reclamo de  justicia para exigir por un cambio. Y en esta ocasión, Cristina Rivera Garza nos comparte un diálogo íntimo con su hermana ausente, ensamblado a través de recuerdos, testimonios de familiares y amigos así como escritos personales e introspectivos, transformado en el libro: <<El invencible verano de Liliana>>, obra que muestra una historia desgarradora, pero  al mismo tiempo, celebra el paso por la tierra de la hermana menor de esta escritora: Liliana Rivera Garza, víctima de feminicidio en 1990.

En julio del primer año de los noventas,  Liliana, de 20 años de edad, fue asesinada por Ángel González Ramos, su ex novio de preparatoria, luego de que la joven decidiera terminar su vínculo sentimental con él.  Desde aquel suceso el asesino no ha sido localizado y mucho menos ha recibido castigo. Su caso ha quedado en la impunidad, lo cual es usual pues se suma a los miles de casos en nuestro país sin recibir justicia.

Después de 30 años , Cristina decidió indagar en las pertenencias de su hermana: diarios personales, cartas recibidas y no enviadas, notas, dibujos. Además, reunió testimonios y memorias de sus amigos más cercanos, para traer al presente y  por fin escuchar a su hermana a través de la reconstrucción de sus vivencias y emociones, tal como si de una cápsula del tiempo se tratara. Porque no importa el tiempo, nunca es tarde para alzar la voz y pedir justicia. 

La  autora nos describe a Liliana como una joven autónoma, con ganas de comerse el mundo, una gran capacidad de amar, talentosa y  con un brillante futuro profesional. Apasionada de la literatura, el cine, la escritura, precisamente esta última actividad la  realizó de manera tan asidua que permitió, en mayor medida, reconstruir su historia. Naturalmente este libro muestra también el duelo familiar,  incluyendo el de Cristina, lo demuestra asomándose a los recuerdos más preciados  que tiene de y con ella, cuando compartían una actividad y lugar común. 

“Nadar era lo que hacíamos juntas. Íbamos por el mundo cada una por su lado pero acudimos a la alberca para ser hermanas. Ese era el espacio de nuestra más íntima sororidad. Y todavía lo es …Quiero volver a encontrarla en el agua. Quiero nadar, como siempre, al lado de mi hermana”. Cristina Rivera Garza

Es inevitable no empatizar y lamentar todo lo maravilloso que hubiera hecho, si sus sueños no hubieran sido arrancados tan violentamente.  Y justo es esa la  intención de la escritora, reivindicar la vida de su hermana, ponerla en el primer plano e imaginar la historia que no fue, para que todos, incluso los más alejados al tema, podamos sensibilizarnos ante los futuros truncados de tantas mujeres asesinadas; sus vivencias, el sufrimiento de sus seres queridos y el dolor que queda como cicatriz. Para dejar de re victimizar, pensarlas como cifras para la estadística,  y dejar de colaborar a la narrativa patriarcal, sensacionalista que termina haciendo protagonistas e idolatrando a los feminicidas. 

La autora destaca la importancia de nombrar lo que antes no tenía nombre: La violencia sexista y el terrorismo íntimo. Pues en los 90, los crímenes de este tipo eran catalogados como “pasionales”, lo cual contribuía a minimizar, normalizar y asumir  como consecuencias aisladas en las relaciones de pareja. Por eso es importante la definición de las violencias, a través del lenguaje, pues permite identificar, reconocer señales de peligro que son una realidad en muchos vínculos sexoafectivos.

Esta lectura duele pero es necesaria de conocer,  por un lado para no olvidar,  seguir nombrando a las mujeres que han sido víctimas de esta violencia, exigir cero impunidad y justicia a las autoridades para la rápida resolución de los casos conforme a derecho. 

Por el otro, nos ayuda a crear conciencia de las violencias implantadas sistemática y estructuralmente en lo cotidiano pues como lo dice Cristina “para poder verlas, para poder entender cómo se van diseminando en el día a día, es que necesitamos el punto de vista de las víctimas, porque es ahí, a través de lo que entienden y también de lo que no entienden, que podemos ver crecer esa violencia, diseminarse, echar raíz y volverse cada vez más peligrosa y más letal”.

Este libro se titula El invencible verano de Liliana haciendo alusión a la frase de Albert Camus: «En lo más profundo del invierno, finalmente aprendí que dentro de mí se encuentra un invencible verano», que al interpretarla en este contexto nos alienta a seguir resistiendo en esta realidad violenta, mientras se lucha en la construcción de un mundo más igualitario y justo,cambio que solo será posible con el fin del patriarcado. Y nos recuerda nunca dejar silenciar nuestras voces, nuestro verano interno, tal como lo hizo Liliana hasta su último momento.

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