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La nueva izquierda en Latinoamérica y la guerra contra las drogas

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Sucedió el pasado domingo. Latinoamérica dio una de sus últimas vueltas de tuerca en el viraje que paulatinamente encamina desde por lo menos hace cuatro años hacia una nueva oleada de gobiernos de izquierda.

Con la asunción de Gustavo Petro a la presidencia de Colombia, la mayor parte de las principales economías latinoamericanas hoy se encuentran gobernadas por presidentes que se identifican con expresiones políticas izquierdistas, y sólo resta esperar a que en octubre se lleve a cabo la jornada electoral en Brasil para saber si el gigante suramericano se suma a este nuevo bloque de mandatarios socialistas.

Sin embargo, las diferencias entre estos presidentes y presidentas (Xiomara Castro de Honduras es la única mandataria de izquierda en el subcontinente) es notable, no sólo por la base democrática de sus regímenes (Gabriel Boric de Chile, y el propio López Obrador podrían ser un ejemplo de gobiernos emanados del voto popular, mientras que Daniel Ortega y Nicolás Maduro son el extremo opuesto), si no también por la postura que asumen ante distintos fenómenos como por ejemplo, la utilización de energías renovables, la equidad de género y el combate contra las drogas. 

En este último rubro, el nuevo presidente colombiano dejó clara su posición desde el primer día de su mandato, cuando en la toma del poder desde la Plaza Bolívar de Bogotá, señaló contundente que «la guerra contra las drogas es un rotundo fracaso» y urgió a los gobiernos del continente a cambiar la estrategia para hacer de ese país -y del hemisferio -un territorio de vida, y no de muerte, como hasta ahora.

«¿Vamos a esperar que otro millón de latinoamericanos caigan asesinados y que se eleven a 200 mil los muertos por sobredosis en Estados Unidos cada año?», señaló Petro durante su impresionante discurso, que en diferentes momentos arrancó los aplausos de la concurrencia. 

Con tales arengas, Gustavo Petro se convierte en el primer mandatario latinoamericano que abiertamente convoca a cambiar la estrategia adoptada desde hace 40 años en occidente principalmente por presiones de Washington, desde donde salió la idea de adoptar una política de combate frontal contra los narcóticos, algo que evidentemente sólo ha traído muerte y un crecimiento exponencial en el número de consumidores, además de corrupción, esclavitud humana y la consolidación de las bandas de narcotraficantes como empresas multinacionales.

Si bien López Obrador ya había señalado esto de una manera que no del todo se ha comprendido en nuestro país, con su consabida frase de «abrazos, no balazos», el nuevo presidente colombiano incidió puntualmente en lo que anteriormente se ha dicho en esta columna: que es necesario combatir la drogadicción desde la prevención en el consumo, en vez de enfrentarse con metralletas y lanzagranadas, en contra de organizaciones delictivas que son como la medusa, a la que al cortarle una cabeza, le salen otras diez más peligrosas. 

«Vivimos tiempos de agitación, vivimos tiempos interesantes».

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