Cualquier debate público sobre la implementación de políticas o proyectos provenientes desde los órdenes de gobierno se agradece y enriquece a la democracia participativa y a la toma de decisiones por parte de las administraciones municipales, estatales o federal.
Sin lugar a dudas, la discusión de la instalación de los parquímetros en el Centro Histórico y sus calles aledañas en la Ciudad de Puebla ha recabado diferentes puntos de vista sobre la viabilidades, beneficios y afectaciones para los capitalinos, comerciantes, colonos y turistas que visiten el primer cuadro de la Angelópolis.
El gobernador Miguel Barbosa no se equivocó al apuntar que este proyecto sí es viable, pero que se debe analizar a fondo para evitar un daño a la economía de los poblanos.
Se pueden optar por salvedades como en otras ciudades como la condonación en horarios nocturnos en fines de semana y días festivos o la no colocación de arañas y solo multas viales para los vehículos con placas de Puebla.
Como en todo, tampoco faltaron aquellos oportunistas que politizaron el tema para atacar de manera personal al alcalde Eduardo Rivera, quien parece que está a nada de lograr que este programa de ordenamiento vial, que ha sido impulsado desde hace poco más de 20 años, se concrete al fin en la capital poblana.
Muy pocos pueden articular argumentos de peso para oponerse a la regulación de los cajones de estacionamiento en la vía pública, a la permanencia de los franeleros, que operan como verdaderos extorsionadores y administradores del derecho de piso y al ordenamiento del espacio en el Centro Histórico.
Resulta soso y hasta un tanto hueco aquellos razonamientos que solo apuntan a un tema recaudatorio o económico. Si bien es cierto que los parquímetros sería un cobro forzoso para aquellos que quieran visitar el primer cuadro de la ciudad, la realidad es que esta cuota ya se hace por la vía de los franeleros, que como mínimo piden 20 pesos, o por los estacionamientos públicos, cuyas tarifas no bajan de los 15 pesos la hora.
Y es que, los parquímetros, aunque los opositores de la gestión de Rivera Pérez opinen sistemáticamente lo contrario, sí son un programa necesario y urgente en la Ciudad de Puebla.
Ejemplos de éxito existen a lo largo del país y en el resto del mundo.
Desde su implementación hace una década en Polanco, en la Ciudad de México, este sistema de alcancías viales han demostrado su impacto positivo inmediato en rubros como la movilidad, mejoras ambientales, recaudación y seguridad.
Al decir del estudio realizado por el Instituto de Políticas para el Transporte y el Desarrollo (ITDP) tras la instalación de los parquímetros en Polanco, en un solo año, del 2012 al 2013, se generaron beneficios sociales y ambientales por casi 290 millones de pesos.
En la recaudación, se alcanzaron los 58 millones de pesos anuales, de los cuales cerca de 22 ingresaron a las arcas de la Delegación Miguel Hidalgo, los cuales fueron destinados para diferentes programas viales, a un fideicomiso encabezado por vecinos de la zona y para mejores en la infraestructura de dicha demarcación.
Los beneficios ambientales también son palpables, según los datos del estudio del ITDP.
“Derivado de este fuerte decrecimiento de la demanda de estacionamiento un importante indicador es el de tiempo de búsqueda de estacionamiento, que se redujo 13:26 minutos (antes) a únicamente 3:04 minutos (después). Esta reducción estimada de 10:22 minutos por cada viaje ha repercutido en beneficios sociales importantes, tanto en tiempos de recorrido como en emisiones a la atmósfera”, precisa el análisis.
Si las opiniones en contra para la implementación de los parquímetros en el centro capitalino es el tema del golpe al bolsillo de los poblanos, se tiene el caso de la municipalidad de Grecia, en Costa Rica, en donde este programa ha dado grandes resultados en el ámbito de la recaudación, su transparencia en el gasto y la aplicación y destino de los recursos.
El proyecto Parquímetros Inteligentes, que arrancó en el 2018, ha logrado que la Municipalidad de Grecia destinara más de 6 millones de pesos (192 millones de colones costarricenses) a la construcción de un enorme muro de gaviones en el sector de San Isidro; obra que permitió habilitar el paso por un puente muy transitado que había colapsado meses atrás y mejoras al alcantarillado en Calle Salguero de San Roque, como dio cuentas un reportaje publicado por el portal de noticias Ibux.cr.
Ahora bien, que si la discusión se enfoca a que “la calles es para los pobres”, como así lo señalan las plumas de Ignacio Mier —el principal opositor de Lalo Rivera y quien busca cualquier pretexto para minar al edil poblano con miras al 2024—, para defender a los franeleros, se tiene el ejemplo de las zonas de estacionamiento regulado en Medellín, Colombia, en donde una persona con una maquina especial captura el número de matrícula del automóvil y cobra en función del tiempo que el automovilista pretende usar.
Los encargados de hacer esto, son empleados con salarios y prestaciones, y debido a su presencia, constituyen una vigilancia para la seguridad de los automóviles.
Es decir, se pueden generar empleos autosustentables e impactos para la seguridad de la zona.
Lo que es inevitable y preponderante es que el Ayuntamiento de Eduardo Rivera no solo comunique estas ventajas palpables de los parquímetros en el Centro Histórico de Puebla, sino que su recaudación sea transparente y con total acceso a la información.
De hecho, el alcalde de Puebla podría optar por incluir los recursos de los parquímetros en consultas ciudadanas de un presupuesto participativo y que estos dineros públicos sean empleados en los rubros que los poblanos así lo soliciten.
Con esto, Rivera Pérez, mataría todas aquellas voces que apuestan a que los parquímetros solo tienen un fin de que la Comuna capitalina recaude más ingresos para que el alcalde gaste más en su promoción.
Sí, los parquímetros son necesarios, pero su transparencia aún más.
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