Esa es la pregunta que en el equipo de Eduardo Rivera y del nuevo PAN se están haciendo para aclarar un poco de lo que será el proceso electoral sucesorio de junio del próximo año.
Y es que, la formalización de la alianza “Va por México”, integrada por el PAN, PRI y lo que queda del PRD, para los comicios del 2024 a nivel federal y en los estados que renovarán sus gobiernos es, sin duda, una noticia positiva para el proyecto de Rivera Pérez, quien es la única carta de la oposición en Puebla con posibilidades reales y fuertes de arrebatarle el poder a Morena.
Si bien el Movimiento Regeneración Nacional, sin contar a sus aliados, el PT y el Verde Ecologista, se encuentra muy por encima del bloque opositor PRIANRD en la entidad poblana al sacarle casi 15 puntos de ventaja, al decir de las últimas encuestas públicas realizadas el año pasado y en los primeros días del 2023.
Pero la ratificación de la alianza entre Acción Nacional, el Revolucionario Institucional y el Sol Azteca no debe ni puede tomarse a la ligera, ya que su primer ensayo en Puebla en los comicios intermedios del 2021 les trajo buenos resultados a esta triada de partidos políticos, que en solitario no tienen la mínima esperanza de competirle a Morena.
Basta recordar que gracias a la alianza “Va por Puebla”, Acción Nacional regresó al poder en la capital luego de ser arrasado por el tsunami lopezobradorista en el 2018, también logró imponerse en la mayoría de los ayuntamientos de la zona metropolitana y se ganó la mayoría de las diputaciones locales y federales, de la capital y las Cholulas.
Nadie puede escatimar que la alianza PRIANRD pudo ponerle cara a Morena en las elecciones intermedias pasadas luego de que tres años atrás fueron barridos en casi todo el territorio poblano.
Tampoco se puede subestimar que “Va por Puebla” tiene en la zona metropolitana su principal bastión, el cual viene trabajando desde el 2019 durante las elecciones extrordinarias de ese año, que fue un primer preventivo para el morenismo que los malos gobiernos como los de Claudia Rivera, Karina Pérez Popoca, Luis Alberto Arriaga o Lupita Daniel, tienen consecuencias irrevertibles en las jornadas electorales.
Sí, la alianza PRI y PAN tuvo cierto éxito, pero esto no asegura que los priistas jugarán de manera oficial a favor del abanderado de este bloque en los próximos comocios estatales.
Sin un líder nato que ponga orden en el tricolor –Néstor Camarillo no ha logrado esta encomienda–, los priistas hacen alianzas y pactos con aspirantes fuera de su partido.
La disciplina partidista, que tanto caracterizaba al PRI, quedó ya en el olvido.
Hoy por hoy, la estructura priista está dividida entre cuatro personas: Eduardo Rivera, quien tiene como principal aliados a Blanca Alcalá y a Víctor Manuel Giorgana; Alejandro Armenta, quien comanda a los restos del marinismo y a la vieja guardia de cacicazgos del tricolor, Ignacio Mier, quien ahora es la cabeza del impresentable grupo de Enrique Doger y quien ha sumado a otros extricolores como Francisco Ramos o Héctor Sulaimán, y Julio Huerta, quien controla a la mayoría de los 217 alcaldes de Puebla, entre ellos, muchos del Revolucionario Institucional y a otros aliados de peso como Jorge Estefan Chidiac o el propio Camarillo Medina.
En alguna entrega anterior de esta columna comenté que nadie puede prescindir de los servicios del PRI a la hora de las elecciones, pues si algo caracterizó al otrora ‘partidazo’ fueron sus probadas capacidades de movilización y sus mañas, que mucho sirven en el Día D.
También se debe mencionar que existe otro grupo de militantes y simpatizantes del Revolucionario Institucional, que no es menor, que mantienen la playera bien puesta a pesar de la decadencia que vive su partido político y que responden en tiempos de campaña sin importar quién sea el candidato.
Es cierto, la elección del 2024 en Puebla para nada será un día de campo para Morena y mucho menos con el alto riesgo de una fractura entre sus principales grupos en caso de que la candidatura no beneficie a tal o cual aspirante, como así lo detallé en la última entrega de las Historias de un Joven Reportero.
El escenario de que el Movimiento lopezobradorista arrasará en los próximos comicios, sin importar el nombre de su postulado, está muy alejado de la realidad y es una lectura simplista y hasta boba.
Eduardo Rivera es el único aspirante que hace crecer a sus partidos aliados, a diferencia del Movimiento Regeneración Nacional, cuyos aspirantes no mueven mucho la base del 30% de intención al voto que la sola marca empuja.
En otras palabras: el edil capitalino hace competitivo a “Va por Puebla” a tal grado de ser el aspirante con mejores números a la hora del cruce candidato/partido; mientras que Morena hace crecer a cualquiera de los perfiles que buscan abanderar al partido, con números muy similares entre Armenta, Mier, Olivia Salomón o Julio Huerta.
Ahí está la clave de una correcta lectura de las encuestas y no las interpretaciones ramplonas que solo se enfocan en los niveles de conocimiento y popularidad.
Cierro esta columna con la misma pregunta que da el título a la misma: ¿Será suficiente la alianza PRIANRD para detener a Morena en Puebla en 2024?
Ya lo veremos.
Pero al menos, la contienda del 2024 en Puebla se cierra.
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