Durante los últimos años, las redes sociales se han convertido en el escaparate de drogas de todo tipo, tanto como para su venta como para su consumo, principalmente para aquellas que son más adictivas, y por lo mismo, más dañinas para el ser humano.
Especialmente a partir de la pandemia de COVID, la dinámica de consumo en espacios como Facebook se ha incrementado, debido probablemente al confinamiento que obligó a recurrir a este tipo de métodos por parte de quienes suelen recurrir al uso de sustancias. Incluso en plataformas como Zoom, se organizan sesiones para fumar cristal en grupo, inyectarse heroína, etcétera.
Es digno de llamar la atención el fenómeno que se ha desarrollado en torno a este tema. Muchos jóvenes publican en grupos privados de Facebook, o incluso desde cuentas abiertas de Twitter, videos en los que consumen sin ningún rubor diferentes tipos de drogas, principalmente marihuana y metanfetaminas, como si se tratase de un concurso de egos.
En estos espacios el que aparece sacando más humo recibe la mayor cantidad de reconocimiento por parte de sus pares, quienes suelen darle «like», comentar con emoción su hazaña, o incluso contactarle para jalarlo a una videollamada en privado o bien, concretar una cita en persona.
Pero muchas veces todo se queda en la web. Esto es debido principalmente a la distancia que separa a muchos consumidores. Y es que uno de los beneficios de drogarse desde internet, es que drogadictos de todo el mundo o de distintas partes del país, se pueden poner en contacto entre sí y compartir las noches, -o las madrugadas, o los días- alterando sus sentidos a larga distancia sin que exista la posibilidad de que esas dos personas se hubieran visto frente a frente de otra forma, debido a la distancia física que los separa.
Si bien este tipo de sesiones favorecen la venta de drogas, pues los grupos de Facebook y WhatsApp han servido para que gente de una misma ciudad se conecte para comprar u ofrecer, e incluso intercambiar estupefacientes, el principal objetivo de estos no es tanto la adquisición de enervantes, sino el compartir la experiencia del consumo con gente afín y territorialmente distanciada.
Drogas duras, blandas, alucinógenos, estimulantes del sistema nervioso central, naturales, sintéticas, de fabricación casera, psicodélicas, medicamentos sin receta para «el bajón»… Todo es posible encontrar en las redes sociales y para todos estos tipos de sustancias hay consumidores en internet.
La Policía Cibernética hace un esfuerzo por detectar este tipo de grupos o publicaciones y de vez en cuando desactiva páginas, cancela cuentas e incluso detiene a uno que otro despistado o despistada pero sin duda alguna, el largo brazo de la ley no alcanza para cubrir la enormidad de sitios que se encuentran en internet y están destinados al consumo de drogas.
Porque aquí más que hablar de venta de estupefacientes, se trata de jóvenes que utilizan los medios con los que cuentan para compartir un «viaje», e incluso, utilizar esta ventana hacia la intimidad de otro para pasar del consumo al «cachondeo». ¿Por qué, qué cosa puede ser más íntima y cercana que drogarte con un desconocido, aunque sea a través de Zoom?