Almanaque / @AlmanaquePuebla
Todos tenemos historias de desamor que nos han dejado marcas. Con el tiempo las hemos superado, pero cuando nos pasaron sentíamos que moriríamos de tristeza.
Hace unos días, ALMANAQUE lanzó una convocatoria en la que invitaba a contar #LaHistoriaMásSADdePuebla. Después de recibir decenas de correos, hicimos una selección con nuestros expertos que por años se prepararon con capítulos de Mujer Casos de la Vida Real, Laura en América y una que otra película cursi de Adam Sandler.
Sin más preámbulo les presentamos las primeras tres historias de los corazones rotos de los poblanos.
ADVERTENCIA: Intenten no llorar después de leerlas o tengan listos los kleenex.
Me enamoré de alguien 30 años más grande que yo
Él me sedujo primero y yo, tonta, caí después. Pero dime, cómo resistirse a un hombre bien vestido. Con ese aroma tan exquisito a perfume caro. Con sus detalles, sus atenciones, sus besos.
Un día, cuando bajamos de su auto, me tomó del brazo y sin más rodeos me dijo que lo tenía que amar o dejarlo ir.
Algo así de: “si no somos nada ahora, te vas a arrepentir después”. Varios días no pude dormir. Una semana le dejé de hablar.
Caminando un fin semana por el Centro, nos encontramos y él me besó. No lo podía creer y me dijo las mismas palabras. Ya, me dije, lo puedo dejar y yo soy la que controla esto. ¡Claro, ajá, sí! Tonta.
Las primeras semanas fueron maravillosas. Me compró un helado, luego me llevó de viaje en una Navidad, y hasta nos quedamos solos en un hotel. Los dos juntos, en la misma cama, en la misma ducha.
Después noté que alguien le llamaba por teléfono. Y salía de la habitación, se iba al baño o de plano no cogía la llamada. Mi lado posesivo salió de mí como huracán. Trataba de acompañarlo hasta a sus citas al médico, con sus compañeros de trabajo, pero su familia no me conocía.
Un día sin querer vi que le llegó el mensaje de una mujer acompañado de un corazón, de un beso, esto se repetía todos los días en la semana. Entré a su compu y entre carpetas con nombres de lugares (Veracruz, Oaxaca) encontré una foto de él y una mujer de su edad. Yo tengo 22 años y mi competencia 56 años, y hablan mis celos, mi enojo, todo, ella fea.
Hurgando encontré más fotos de fiestas familiares, un bautizo, otra Navidad sin mí, todas con ella, las de Halloween con disfraz de pareja. Qué dolor. Lloré intensamente una semana, no lo pude ver a la cara, como si la responsable de la infidelidad fuera yo.
Mi mejor amiga, Ana, me consoló. Me tomó la mano y me llevó adelante. No fui un día a mi trabajo y no sabía cómo comportarme con Javier, mi novio. Yo era la amante, que fea es la etiqueta.
Un día, fuimos a cenar y entró la llamada, la ansiedad y las ganas de reclamarle eran enormes. Él no contestó la llamada y cometió el error de dejar de mi lado el celular. Se fue al baño y cuando regreso yo ya lo tenía en mi mano.
Le dije: es ella, tu esposa, verdad. O tu pareja, no importa, es la que está contigo en los momentos especiales. Me puse a llorar.
Obvio, el negó todo y suplico porque le diera su teléfono.
Yo tomé más fuerza, tanta que mis lagrimas abundaban en mis mejillas. Ya dime.
No me dijo nada. El que calla otorga.
Seguimos saliendo hasta que en mi trabajo me ascendieron de puesto, y ya no coincidía tanto con Javier.
Nunca nos dijimos adiós. Yo sé que el sigue con ella y me pone feliz porque no está solo.
Yo soy feliz en mi trabajo y hay un chico con el que estoy en planes de salir. Debo confesar, alguna ocasión me encontré a Javier y nos besamos. No estamos juntos, es complicado. Estamos felices lejos, muy lejos ambos, pero felices.
Amor de verano
Era una niña como cualquier otra, soñaba con encontrar al príncipe azul, mi chico ideal, el amor de mi vida.
Una tarde de verano me dirija a casa de una amiga, cuando de repente un chico que media como dos metros se me acercó y me dijo: Hola, hace días te he visto pasar frente a mi casa cuando vuelves de la escuela, y hoy me decidí a hablarte para invitarte a dar una vuelta.
Mis ojitos estaban fijos en su rostro, mis manos se volvieron torpes y empezaron a temblar, mi boca no me dejaba pronunciar palabra alguna, y mi corazón quería salir de mi pecho y bailar de felicidad.
Cómo pude, le dije: sí, sí quiero salir contigo.
Él me sonrió, fue la sonrisa más bonita que jamás había visto en mi corta vida. Tenía el cabello más negro que la noche, sus ojos eran poemas, de esos que salen del alma. Era el chico más guapo de todo el mundo para mí. Después de mi respuesta, él extendió su mano para mí y me dijo: mañana te esperaré cuando vuelvas de la escuela y te llevaré a tu casa, y por la tarde pasaré por ti para ir a dar una vuelta.
Aquella tarde fui volando a mi casa, suspendí la visita a mi amiga, yo quería estar conmigo y pensar en aquel divino chico que me llevaría a casa al día siguiente. No podía pensar en nada más, no quería nada, solo pensar en él.
Al día siguiente, cuando volvía de la escuela, antes de llegar a su casa pude verlo salir. Cerró la puerta, miro su reloj, y volteo a la derecha, me vio y una sonrisa de 3 metros se dibujó para mí. Mis pies se volvieron torpes, mis manos temblaban, empecé a decirme a mí misma que tenía que actuar natural, tranquila y serena.
Levanté la mirada y él ya estaba frente a mí. ¿Cómo te fue hoy?, me dijo. Yo solo lo miraba con cara de tonta, mis ojitos no parpadeaban, como pude le contesté: me fue muy bien, gracias por preguntar. Puso sus manos en mis hombros, me quitó la mochila y la cargó él. En ese momento supe, que él era el amor de mi vida.
Caminamos hasta mi casa, me dijo ahora ya sé dónde vives, vendré por ti a las 6:00 de la tarde, seré puntual. Le dije que lo esperaría y estaría lista a esa hora.
Mi cuerpo era ejemplo vil de torpeza, mi cabeza daba vueltas, quería que el tiempo volará, quería que llegara, quería verlo todo el tiempo. Era él, era el amor de mi vida entera.
Llegó la hora, 6:00 pm en punto. Yo estaba cerca de la puerta, y por fin tocaron la puerta, era el sonido más hermoso que podía escuchar en ese momento, salí casi corriendo, tropezándome con mis propios pies, abrí la puerta y, Dios mío, era él. El chico más guapo y perfecto del mundo.
Salimos de ahí y fuimos a un parque, el clima era perfecto, el ruido y la gente no importaban, solo él y yo.
Me dijo que era la chica más bonita de Puebla, y que le gustaría que fuera su novia. Yo no sabía si gritar, saltar, correr, cantar. Estaba súper emocionada, feliz, era una niña enamorada por primera vez.
Él me dijo con esa voz divina: mañana iré a pedir permiso a tu casa para poderte visitarte como tu novio. Le dije que sí, que estaba de acuerdo, y que lo estaría esperando.
Al día siguiente él llegó puntual, pidió todos los permisos de ley, y le fueron otorgados, ya era un hecho. A partir de entonces éramos oficialmente novios. Yo vivía en otra dimensión Mis pies ni tocaban el suelo, flotaba sobre el planeta Tierra, y ni existía nadie más que él y yo.
Todo era perfecto, hasta que un día yo lo esperaba y no llegó. Yo me puse triste, casi al borde del llanto. En casa me decían que era normal, que posiblemente al día siguiente me daría una buena explicación. Pero yo me moría de tristeza, no podía creer que estuviera viviendo ese momento.
Eran las 10:30 de la noche, tocaron la puerta, yo salí corriendo despavorida. Abrí, y era él. Antes de que él pudiera responder, la voz de mi madre aparecía diciendo: estás no son horas para visitar a una señorita decente.
Le pregunté qué había pasado. Me explicó que tuvo que llevar a su familia a visitar a un tío enfermo, y se hizo tarde, no había manera de comunicarse conmigo, ni yo con él. Le dije que entendía, y que no pasaba nada. Entonces me dijo que volvería a verme al día siguiente a la hora de siempre.
Al otro día no volvió a llegar. Fui la chica más triste aquella noche. Pasaron días, meses, años y no volvió.
Seis años después yo tenía novio y su hermana y yo nos convertimos en amigas recientemente, ella conocía nuestra historia, y sé que obró de la mejor manera, le dio mi número a mi amor eterno.
Una tarde recibí un mensaje de un número desconocido. Era él. Me preguntó cómo estaba, le dije que muy bien, le pregunté quién era, y entonces leí su nombre en mi pantalla. Era él, Jesús, el amor de mi vida. Para entonces, yo estaba comprometida, me iba a casar no pue decirle nada, era tan feliz leyéndolo cada día, cada tarde, y antes de irme a dormir.
Yo dije en algún momento que sí el me pedía volver con él, anulaba el compromiso y me iría con él al fin del mundo. Pero jamás me dijo nada, y yo fui una tonta cobarde, que jamás tuvo iniciativa.
El día de mi boda llegó, me casé, forme una familia, y no le dije nunca , él se enteró por terceras personas de mi matrimonio, dos meses después de que me casé , el hizo lo mismo por despecho , se casó con una chica a la cual no amaba , formó un hogar , al igual que yo tuvo hijos.
Cometimos el error más grande de nuestras vidas, unirnos a personas que no queríamos. Nos ganó la cobardía, ninguno de los dos fuimos capaces de acercarse y empezar de nuevo.
Después de unos años yo me separé, y él sigue viviendo o muriendo lento al lado de una mujer que no ama.
Lo veo de vez en cuando, a veces paso frente a su casa, he visto alguna vez cuando sale a la calle , lo miro sin que se dé cuenta, y lanzo un beso al aire para que aterrice sobre su frente, y pido a Dios por él.
El chico del violín