Sin duda alguna, el 19 de septiembre, conocido también como el día del terremoto del 19S, es una fecha que quedó marcada en la historia de México y en la memoria colectiva de varias generaciones de mexicanos que directa o indirectamente sufrieron de alguno de los dos terremotos que quebraron a parte del país en 1985 y en 2017.
Coincidencia o no, el que hace cinco años se registrase un fuerte sismo de magnitud 7.1 no sólo sirvió para recordarle a los mexicanos la fragilidad de la vida, sino que hizo que muchos jóvenes experimentaran por primera vez el horror que quizá sólo conocían gracias a los relatos de los sobrevivientes de aquella fatídica mañana del 85.
El saldo del último sismo fue brutal: 370 personas murieron y más de 7 mil resultaron heridas a lo largo de Morelos, Puebla, Ciudad de México, Tlaxcala, Estado de México, Guerrero, Chiapas, Oaxaca, Michoacán y Veracruz. Esto sin contar las millonarias pérdidas materiales.
En Puebla murieron 45 personas. Atlixco, la Mixteca y el área metropolitana fueron las zonas más afectadas de la entidad. El gobierno emitió la declaratoria de emergencia en 112 municipios de la entidad.
Emergencia que se vivió por ejemplo en Atzala, donde murieron 12 personas, todas integrantes de una familia que celebraba un bautizo en la iglesia del municipio cuando el sismo los sorprendió. El templo se vino abajo, el ruido cimbró el lugar y los vecinos corrieron para auxiliar a sus conocidos, pero nada pudieron hacer para salvarlos con vida.
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Esta no fue la única historia de aquel 19 de septiembre. Sin duda, cada poblano y poblana tiene su propia anécdota. Por ello, en ALMANAQUE le pedimos a nuestros lectores que nos contaran el cómo vivieron ese día y esto fue lo que nos compartieron:
Terremoto durante clases por Lye Consu
Daba clases en un colegio particular. En cuanto vi que el pizarrón se doblaba como papel, le dije a mis alumnos que saliéramos del salón que se encontraba en un segundo piso. Ahí me percaté que me faltaba un niño, por lo que volví al salón por él. Cuando intentamos llegar al primer piso, no podíamos caminar ni bajar la escalera por el movimiento. Lo cargue y nos unimos al grupo, ya nos estaban buscando porque faltábamos en la lista.
Después tuvimos que cargar a los más pequeños de preescolar para llevarlos al centro de reunión. Por fortuna todos se encontraban a salvo, aunque asustados.
Pude ver a mi hija en el mismo colegio después de una hora y media tratando de controlar a niños y papás histéricos. A veces pienso en que priorizamos nuestra vocación por los alumnos tendiendo que dejar en segundo lugar a muestra familia. Lo irónico del asunto es que siempre pensé en que pobre maestra a la que le tocara en el último salón del segundo piso… Y me tocó.
Tuve que salir a gatas porque era difícil caminar por Oralia Ibarra
“Yo trabajo en casa. Ese día estaba limpiando la planta alta cuando empezó a temblar. Creo que los perros lo presentían porque empezaron a ladrar mucho. Cundo bajaba para ponerme a salvo, literal la casa se movía muy feo. No podía pisar firme las escaleras, así que salí a gatas. Parecía que estaba borracha. De recordar me pone mal otra vez”.
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Creí que todo se vendría encima de mi por Pame Senderos
“Vivo en el centro de Puebla. Y ese día justamente estaba subida en un banquito sacudiendo mi librero. De pronto sentí que se me movía el banquito y pensé ‘Qué mareo tan fuerte, qué me habrá pasado’. Seguí unos segundos más para bajarme y el movimiento fue terrible. Siendo una casa antigua, las vigas de madera empezaron a tronar. Segundos después fue aterrador lo que escuche. La tierra crujía cómo si de las entrañas de la tierra saliera el ruido más espantoso que he escuchado en mi vida. Parecía como si un animal feroz hablara. Acto seguido me pare en la puerta de mi pequeño departamento y lo que vi fue espeluznante , la casa antigua hacia ondas. Gracias a qué me detuve en la puerta no me mató un arco antiguo que se desprendió y cayó a mi patio justo al pie de las escaleras. Lo más interesante es que mi gato y el perrito que cuidaba la casa obedecieron a mis gritos de no salir.
Vivo sola y creí que todo se vendría encima de mí. Volaban adornos, libros, las sillas se movían. Toda la casa crujía. La ventana de mis vecinos, que son mis papás, estaba abierta y desde mi casa veía como la televisión se movía para caerse. Le grité a mis papás que no salieran. Solo les gritaba que se resguardarán. Que estaba yo bien mientras en segundos se sintió el segundo jalón y todo era confusión.
Yo viví el terremoto del 85 y puedo decir que este estuvo peor. Corrí a ver a mis papás mientras brincaba entre escombros lo que se desplomó , los macetones de talavera que adornaban la subida de mis escaleras hechas pedazos. Yo creo que si hubiera tardado unos tres o cuatro segundos más. Las escaleras se hubieran desplomado y yo junto con ellas. La casa tuvo alteraciones. Y el famoso perro de la casa de la esquina se hizo pedazos. Espero que no volvamos a vivir otra cosa igual”.
Con traje y portafolios, mi hijo ayudó a remover escombros por Josefina Ramírez
Mi testimonio es de mi hijo. Él trabaja en la CDMX. Es abogado y trabaja para la Defensoría de la ciudad. Ese día me mandó un mensaje diciéndome que iba a llegar tarde porque se iba a quedar a ayudar a remover escombros. Se fue ayudar con su traje y su portafolios atravesado como bolsa y así se puso a remover escombros. Me sentí muy orgullosa. También estuvo ayudando en las carpas instaladas por el gobierno dando informes de personas desaparecidas.
La casa parecía hecha de plástico por Antonio Medel Mendoza
Estaba pintando en el balcón de una casa en la México 68, frente al boulevard. De repente empezó a moverse bien feo, parece que estaba hecha de plástico la casa. Una señora iba en la banqueta de la misma casa y corrió al jardín del camellón, decía esa “casa se va a caer”. Luego las noticias empezaron a decir que hubo muertos en el derrumbe de una barda.
El edificio de aulas de la BUAP parecía gelatina por Jorge Meza Ayerdi
Soy Dentista. En ese año estaba en 9° semestre en Odontología en la BUAP y me encontraba en el patio de aulas con mis amigos. Recuerdo haber visto mi celular, eran como la 1:15 – 1:20 y de repente todo se empezó a sacudir fuerte de arriba abajo. Nos levantamos con dificultad de unas mesas de piedra que había en ese entonces. A la de tantas nos logramos salir de las bancas y tomé a mi novia de la mano. Fue ahí cuando comenzó el oscilatorio. Nos costaba caminar porque todo se movía de izquierda a derecha y fuimos hacia la zona de las cafeterías que son de un piso y donde había patio libre. Ya en la zona libre, una alumna de 4° semestre tuvo una crisis, abracé a mi novia y calmé a la compañera. Al ver hacia arriba el edificio de aulas parecía una gelatina, recé porque no se cayera, de ahí el caos, gente estresada en los patios, se fue la señal y se hizo el tráfico, fue histeria en masa. Dios quiera no vuelva a ocurrir
La pared de la facultad se partió y una ventana explotó por Azul Ch
Yo lo viví en la Facultad de Derecho en la BUAP, en el nuevo edificio 5 que está frente a calle San Claudio. Recuerdo que era 1:15 pm. Estábamos sentados en las mesas tomando clase en el tercer piso y recuerdo que se empezaba a sentir apenas un movimiento leve. Le comenté a mi compañera que no se asustara que no pasaba nada. Ella se calmó, pero de pronto varios compañeros empezaron a salir de prisa y a gritar ¡terremoto!. Todos sentimos pánico y no podíamos movernos. Yo entré en shock. Mi amiga tomo mi mano y salimos lo más rápido que pudimos. Cabe resaltar que ese edificio apenas se había construido empezamos a bajar las escaleras y nadie cabía, todos estábamos atorados. Al dar la vuelta a la última escalera, la pared comenzó a partirse en diagonal y los ventanales de las puertas de cristal estaban como si fueran a reventar. Se escuchó un fuerte estruendo y una de las ventanas del último piso explotó lastimando a una compañera. Alguien se quitó su camisa y la auxilió. Por todos lados se veía la destrucción del sismo y muchos compañeros siendo auxiliados por alumnos y docentes. Algunos estaban en el piso heridos ya que dentro de la facultad hay un salón de cristal y se reventaron varios vidrios hiriendo a varios compañeros. Mis amigas y yo fuimos caminando al STU y nos fuimos a nuestras casas solo había señal en el WhatsApp nos aseguramos de que nuestras familias estuvieran bien en todas las calles había gente llorando tráfico y un caos fue un día horrible pensé que íbamos a morir aplastados por el edificio afortunadamente nos salvamos y pudimos contar la historia.
Me tocó en la CDMX por Chiara
Ayudé en San Alejandro y a repartir víveres por YGL
Yo estaba con dos de mis primos cerca del hospital San Alejandro y vimos cómo se movía todo mientras estábamos parados a media calle. Nosotros estudiamos para ser médicos y paramédicos, así que empezamos a ayudar y desalojar el hospital. Fue algo que jamás pensamos pasar y me di cuenta de que México es ese país donde no piensas y ayudas en esos momentos cuando lo necesitas todas las casas cerca del hospital abrieron las puertas a los enfermos que estaban internados y los estuvieron atendiendo ahí. Al paso de que nos reportábamos con la familia, ellos mismos nos preguntaron que necesitábamos y comenzamos a platicarles donde estábamos y la situación.
Así que ellos empezaron a llevar comida, rollo y agua, empezamos a reunir víveres, nos juntamos con algunos amigos y lo entregamos en Hueyapan y Tetela del Volcán. De ahí fuimos en caravana pueblo por pueblo. Te puedo decir que tuvimos muchas emociones. En mi caso, la mejor fue que unos niños que habían perdido su casa nos recibieron con abrazos aún sin conocernos y sin saber si les llevábamos algo. Fue sentirme como la mujer maravilla, por primera vez me sentí como super héroe. Veíamos como los activistas se unían para rescatar lo poco que se podía de casas y cosas y nos dieron una motivación más para salir adelante y ser mejores personas.
Ayudé en San Alejandro y creí que no la contaba por Lucas
En ese entonces estaba estudiando enfermería y el terremoto me tocó cuando realizaba mis prácticas hospitalarias en San Alejandro, en la zona de Urgencias. Fue tan fuerte que mis compañeros y yo no pudimos quedarnos de pie. Cuando pasó el sismo, la escuela en la que estudiaba ordenó a sus estudiantes regresar. Así que al buscar salir del hospital, mis compañeros y yo escuchamos gritos. A una señora de la tercera edad le cayó una barda, así que corrimos para auxiliarla. Cuando logramos sacarla de los escombros, se le hizo una revisión y llamamos a una ambulancia para que fuera auxiliada.
En ese momento volteamos a San Alejandro y vimos a los pacientes corriendo en todos los pisos, por lo que decidimos regresar al hospital y ayudar en lo que se pudiera. Lo primero que hicimos fue sacar a los bebés de la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales. Los sacamos con incubadores, pero necesitábamos tanques de oxigeno para ellos, por lo que fuimos a buscarlos piso por piso. Ahí nos percatamos que había pacientes que no podían bajar, así que sólo se nos ocurrió bajarlos con todo y colchones por las escaleras, arrastrándolos. Fue bastante tardado.
Al terminar, seguí buscando tanques de oxígeno. Al llegar al octavo piso, un pedazo de cristal cayó sobre mí. Sólo alcancé a cubrirme con el brazo, lo cual provocó la lesión que les muestro en las fotos. Comencé a sangrar y mis compañeros me colocaron un torniquete, pero el sangrado no se detenía. Así que decidí bajar y descansar junto a la parada del Metrobús. Ahí mis piernas ya no dieron para más y pensé que no la contaría por la hemorragia.
Mis compañeros me realizaron 2 canalizaciones para recuperar líquido y me pusieron compresas. Posteriormente me llevaron a la UMAE y ahí pudieron parar mi hemorragia aunque perdí el conocimiento. Cuando desperté, me estaban realizando una transfusión sanguínea.
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