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Miguel, Miguel, ¿qué tiene Miguel…?

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Apoyado por la mitad de los poblanos y defenestrado por otro tanto quienes no le perdonaron nunca los errores discursivos que tuvo durante la primera parte de su gobierno, e igualmente perseguido por el fantasma de la campaña sucia de la que fue objeto en 2018, Miguel Barbosa Huerta protagonizó en Puebla la lucha más encarnizada contra el poder totalitario que en ese momento dominaba el estado.

Pese a que semanas antes de la definición del candidato lopezobradorista para la sucesión gubernamental en Puebla, Barbosa se había auto descartado de la contienda por considerar que el beneficio del entonces aspirante presidencial, Andrés Manuel López Obrador, no lo alcanzaría, finalmente, el buen tino de quien hoy ocupa la presidencia de la república confiaron al oriundo de Zinacatepec el enorme, impensable reto de sacar al morenovallismo del Gobierno del Estado.

El desafío que desde diciembre de 2017 se cirnió sobre la frente de Barbosa no era pequeño. En Puebla se desarrollaban, florecían y germinaban algunos de los intereses económicos y políticos más oscuros, afianzados por una visión totalmente distinta sobre el quehacer gubernamental. Esta visión se materializó fielmente en la estructura museográfica que el pasado lunes, un día antes de la muerte de Barbosa, fue reinaugurada y cuyo esplendor ya no pudo ver el exmandatario estatal.

Pero el tamaño de lo que estaba en juego era muy grande y desde un principio se supo que el aparato de gobierno morenovallista, en ese entonces custodiado por Antonio Gali Fayad, se defendería con uñas y dientes para conservar el privilegio conquistado desde 2010.

Así fue. De inmediato se pusieron en marcha sendas campañas mediáticas, política, económica y electoral, para defenestrar primero la figura del tehuacanero y posteriormente, para impedir que llegara a la silla de gobierno a como diera lugar.

Sin pudor y por medio de las más sucias artimañas, el exgobernador Rafael Moreno Valle dejó en claro que, si no era por la buena, iba ser a la mala, pero dejaría a su esposa como encargada de despacho de un gobierno cuya titularidad jamás él dejó de encabezar, pese a que su periodo constitucional como mandatario había concluido desde más de un año antes.

De este modo los poblanos fuimos testigos de una de las campañas electorales más cruentas, más asquerosas, de las que hayan tenido lugar en el territorio mexicano. Un día amanecimos con la noticia mañosamente diseñada desde las más altas esferas del poder y echando mano de elaborados artilugios, respecto a la compra de una lujosa residencia en la capital del país por parte de Barbosa, misma que había pertenecido a un expresidente mexicano. El tiempo demostró que nunca hubo corrupción por parte del ex gobernante para adquirir la vivienda.

Se cerraron también todos los espacios de promoción y propaganda política electoral de los que podían echar mano los entonces candidatos al gobierno poblano y a Miguel Barbosa arteramente, no se le permitió colocar su nombre en anuncios espectaculares de importancia en la entidad. Desde el poder se dio la orden de que los concesionarios del transporte público no autorizaran la publicidad que llevara el nombre del tehuacanero y se bloqueó el espectro mediático, al tiempo que se activaron desde internet horrendas campañas de desprestigio basadas principalmente en las características físicas y raciales del hoy gobernante muerto.

Esta serie de enconos lo persiguieron hasta el día de su muerte y se ciernen sobre su persona aún después de fenecido. La polarización que sembró el grupo morenovallista entre los poblanos permanece en nuestros días y a esto se sumaron los exabruptos propios del hombre cuya personalidad tristemente cambió a raíz de la batalla encarnizada que él y solo él, tuvo que protagonizar en contra del poder en turno.

Mas si su pérdida representa una tragedia inexplicable más allá de la inverosimilitud, de lo formidable que es la vida y en especial, la muerte -la que aunada a la de los exgobernadores que lo enfrentaron en el episodio histórico de 2018 se convierten en una doble catástrofe –el legado de Miguel Barbosa sí permanece en cambio y habrá de trascender más allá de su corto periodo de gobierno, por más que muchos de los actores políticos y sociales en este momento no sean capaces de ver.

Este consiste y consistirá en haber sacado del poder al grupo político más siniestro que haya gobernado Puebla durante décadas, lo cual no hubiera sido posible, claro, sin la popularidad del hoy presidente de México.

En los estertores del homenaje que este miércoles se rindió al mandatario difunto desde la sede oficial del gobierno poblano resuenan las palabras que en 2018 le expresaban a manera de porra las señoras de Zinacatepec, las cuales servían de alimento emocional para quien, dicho en sus propias palabras, todos los días se despertaba con una actitud combativa:

“Miguel, Miguel, ¿qué tiene Miguel? Que los Moreno Valle no pueden con él…”

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