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No somos una, no somos cien…

Columna Cuarto Propio

Más de 50 mil mujeres se acuerparon en la marcha conmemorativa del Día Internacional de la Mujer en la Ciudad de Puebla, miles y miles más caminaron en diferentes ciudades del país y del mundo exigiendo que se garanticen los derechos a los que deberíamos tener acceso de facto. La cantidad apabullante de mujeres presentes en todas las marchas del mundo apenas podría representar la horrorosa cantidad de experiencias de abuso, de acoso, de violencia y de muerte que han ocurrido y que han quedado impunes en el transcurso de la historia de la humanidad.

“Nos volvemos feministas por nuestras historias”

Caminan codo a codo, de la mano, abrazadas, hartas y encabronadas la chica que fue abusada por su primo durante gran parte de su infancia, la niña violada por su padre, la mujer acosada por su jefe, la muchacha cuya hermana una tarde no volvió a casa, la mamá de la morra asesinada por su novio. Todas, en un grito de dolor, de reproche, de desahogo y, por qué no, de esperanza, exigen a la sociedad que las vean, a ellas y a sus víctimas, a ellas y a su lucha. Madres, hijas, hermanas, amigas unidas por una misma lucha, han tomado las calles con un mismo objetivo. Esta vez no se sienten solas ni vulnerables, esta vez están con su manada.

“No te preocupes ma, hoy no voy sola por la calle”

Ni el calor, ni los rayos del sol, ni el cansancio detiene los reclamos de una mayoría que ya no está dispuesta a soportar en la sombras, en el silencio. Cuántas ocasiones hemos tenido que soportar el acoso de hombres al caminar por la calle, sus miradas morbosas, sus tocamientos en el transporte público. Cuántas de nosotras no hemos tenido que bajarnos del camión varias calles antes con tal de no quedarnos al último con el chofer. Cuántas veces no hemos tenido que entrar en el negocio más cercano para escondernos de la persecución de tipos que creen que pueden tomarnos como sus presas. Ahora que estamos juntas, ahora que sí nos ven, ¿cuántos de estos asquerosos se atreverían a enfrentarse a la manada?

“Quisieron enterrarnos sin saber que éramos semillas”

Gracias a las marchas, al ruido y a la destrucción, se han logrado grandes avances en la legislación contra la violencia machista. Con la reciente aprobación de la Ley Malena ha empezado a considerarse el ataque con ácido como intento de feminicidio y ya no como simples daños. La Ley Monzón evita que los feminicidas accedan a la patria potestad de sus hijos y que sigan ejerciendo violencia contra ellos aún después de la muerte de su madre. Antes que ellas, la Ley Ingrid creó un marco normativo para evitar la exposición de las personas en los medios para proteger la dignidad y la intimidad tanto de las víctimas como de sus familiares, y la Ley Olimpia logró el reconocimiento de la violencia digital y que se sancionara la violación a la intimidad sexual de las personas a través de medios digitales.

“… y sus ruinas existan diciendo: de mil heroínas la patria…”

Las historias de terror sobran, cientos de madres se congregan en diferentes lugares del país para buscar el más mínimo indicio del paradero de sus hijas, llenas de pruebas acuden a las autoridades sin obtener más que malos modos, indiferencia y humillaciones. Cientos de niñas son secuestradas para luego explotarlas con fines sexuales, otras son asesinadas por parejas, exparejas, esposos, amigos o conocidos. Cientos de mujeres son violentadas dentro de sus propias casas, a veces con tal sutilidad que ni se dan cuenta. Pero nada de esto basta para quienes año con año se postran ante los templos para defender sus muros, para quienes colocan pizarrones en blanco con la esperanza de que cientos de años de iconoclasia dejen de tener sentido en pos de mantener las buenas costumbres poblanas, porque en Puebla el nombramiento como Patrimonio Cultural de la Humanidad importa más que las decenas de mujeres muertas y desaparecidas que se contabilizan año con año, porque ante la injusticia, la violencia y los feminicidios siempre es más importante proteger las paredes.

Los temas pendientes: la legalización del aborto, la penalización de los matrimonios infantiles, la resolución de las desapariciones forzadas y justicia para los feminicidios a los que se les ha dado carpetazo. Es imposible nombrar a todas las víctimas de la violencia machista, sistémica y sistemática, pero este 8 de marzo y todos los que están por venir se alzará la voz por ellas, por las que ya no pueden gritar, también por aquellas a las que les han robado la voz, a las que mantienen secuestradas en la retorcida creencia de que nuestro deber como mujeres es satisfacer las necesidades de todos menos las nuestras, también por las que aún no saben hablar y que, aún así, han sido víctimas del lado más repulsivo de la humanidad, también por las que son explotadas por un sistema que les exige entrega total a cambio de migajas. Por las que estamos aquí, por las que nos han arrebatado, por las que vienen. Por ellas, por nosotras, por todas…


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