Cada que llega el mes de junio y la mitad del globo terráqueo se pinta de arcoíris, en Puebla sucede algo peculiar, pues las divisiones entre los miembros de la comunidad LGBT se hacen notoriamente manifiestas.
Más particularmente, estas divisiones se transparentan entre aquellos líderes o personas con visibilidad pública que buscan apropiarse de lo que en escencia es una lucha ciudadana.
Y digo, no es que esas divisiones no estén también presentes entre los miembros y miembras “de a pie”, ya que la falta de concensos ha sido una característica legendaria de esta comunidad, desde que empezó a conformarse como colectivo, allá por los años setenta.
Es más: yo pienso que la diversidad sexual de los LGBT se enriquece con la diversidad de ideas, la pluralidad de sus opiniones, la bastedad de sus posturas y hasta la multiplicidad de sus orígenes, entendiendo que algo que vuelve justamente interesante a la comunidad lésbico, gay, bisexual, transgénero, etcétera, es que en ella cabemos todos (todas, todes).
Sin embargo, sí me queda claro que hace cuarenta años, cuando salir del clóset podía representar la muerte -ya sea física o social -, cuando muy pocos se atrevían a manifestar sus preferencias, la cohesión entre los miembros de un colectivo que entonces se hacía llamar simplemente gay u homosexual, era justamente su fortaleza.
En otras palabras, que nuestros “abuelos” y “padres” (voy a llamarles así, entendiendo que los LGBT en su mayoría no nos reproducimos y entonces somos como el papa, que encuentra sucesor a través de la gracia del Espíritu Santo) alcanzaron a ver y comprendieron que si seguían separados poco iban a lograr ante una sociedad que ya de por sí los discriminaba, los hacía menos y, efectivamente, buscaba su segregación, apoyados en la antítesis a la máxima milenaria de que la unión hace la fuerza.
Dicho lo anterior yo me pregunto: ¿se han puesto a pensar aquellos líderes cómo se ve ante la sociedad que nos estemos atacando en redes sociales? ¿Cómo se reirá El Yunque (por citar algún ejemplo) cada que ve nuestras publicaciones y se da cuenta que los LGBT estamos más desunidos que MORENA?
¡Ah! Porque los miembros de El Yunque, entre otros grupos ultraconservadores, son los primeros en estar atentos al desarrollo de nuestra comunidad, como una parte de una clara estrategia por demás sabida de que “al enemigo es mejor mantenerlo cerca”. Eso ténganlo por seguro.
Luego entonces, ¿qué les parece si en vez de tirar tanto hate por redes sociales, mejor asumimos nuestro papel en el desarrollo de este nuestro colectivo -cualquier papel que sea el que nosotros queramos o que nos haya tocado -, asimilando que ninguna contribución es pequeña, que hay algunos que están destinados a liderar porque “a fuerza se necesita que alguien capitanee el barco“, y sobre todo porque, todos en este planeta tenemos un momento estelar que como cualquier cosa en la vida, tendrá que culminar en algún punto (nuestros quince minutos de fama, dicen).
No me hago cargo de las aspiraciones políticas-electorales que pudieran tener algunas personas, incluso de las comerciales (los dueños de antros, por ejemplo, para quienes la marcha siempre ha sido el momento y la oportunidad de hacerse de billetes), pero sí soy responsable de lo que pienso y escribo a través de esta columna que como siempre, solamente es una opinión basada en lo que yo, como muchos otros vemos cada vez que abrimos el internet y nos enontramos con las mismas indirectas.
Las redes sociales se han convertido en estos tiempos en una plataforma sumamente interesante de expresión que muchas veces ni siquiera tiene bien definido por parte de quien escribe, el alcance de sus publicaciones o el destinatario.
En otras palabras y parafraseando a Miguel Barbosa: una cosa es como nosotros pensamos que nos vemos (ante la opinión pública en general), y otra muy distinta es como los otros nos miran… Y no: esto no es heteronorma ni convencionalismo, esto es sencillamente sentido común y una muy necesaria derrota del ego.
“Vivimos tiempos de agitación, vivimos tiempos interesantes”.
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