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El coletazo de los corruptos

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No se equivoca el gobernador Miguel Barbosa al afirmar que los corruptos siempre darán “coletazos” al demostrarse sus actos en contra del servicio público y del pueblo.

El corrupto jamás admitirá que es corrupto.

Faltaba más.

La cruzada contra la corrupción que emprendió desde el primer día el gobierno barbosista sacudió desde sus cimientos a Puebla.

Nadie pensó que la promesa con la que Barbosa Huerta arrancó su administración sería una manda sin descanso, la cual ha combatido a perfiles ligados a la 4T y a opositores.

La lucha del mandatario poblano no ha reparado en distinciones de colores partidistas ni en filias personales.

Como ya bien lo mencionó el exfutbolista argentino, el brillante Jorge Valdano, “es el problema de las revoluciones: uno sabe cómo empiezan, pero no sabe cómo terminan”.

Sin duda, la cruzada anticorrupción de Miguel Barbosa es una revolución que lo mismo ha castigado a perfiles cercanos como Felipe Patjane, David Méndez, Raciel López Salazar o Guillermo Aréchiga; que a ajenos como Eukid Castañón, Alfonso Esparza, Xabier Albizuri o José Juan Espinosa.

Los coletazos de los corruptos siempre existirán.

La frase acuñada por el gobernador del estado dibuja a la perfección la inverosímil actitud envalentonada de Jorge Aguilar Chedraui, quien no es más que un engreído que busca dar sus últimos “coleteos” para defenderse de las pruebas que lo incriminan como uno de los grandes pillos del régimen morenovallista, que tanto daño le hizo a la entidad.

“Ahora resulta que el que comete un delito o delitos de corrupción, cuando inician los procedimientos investigatorios, ya no es el presunto delincuente, es el perseguido político. Ya violan sus derechos humanos por estar refiriendo que hay procedimientos legales en curso”, fue la frase con la que Barbosa exhibió la desfachatez de Aguilar Chedraui y de la CNDH, que ya se convirtió en un garrote político en lugar de ser un órgano garante de la integridad humana.

Y es que, en los últimos años no hay mejor palabra para definir a la corrupción que el morenovallismo.

Por esto es que resulta increíble que alguien como el exsecretario de Salud alude a daños a su imagen y moral por parte del gobernador Barbosa, quien ha sido implacable en la nula tolerancia a los actos de corrupción cometidos en el presente y en el pasado.

Hoy, Aguilar Chedraui se victimiza cuando en el pasado él mismo encabezó una serie de calumnias en contra de personajes que le eran incómodos a su expatrón, el siniestro Rafael Moreno Valle.

El exdiputado local fue el artífice de la persecución contra Francisco Fraile, quien fue denunciado ante la otrora PGR por diversos delitos presuntamente cometidos a su paso por la delegación federal del IMSS en Puebla.

Jorgito tuvo que desistirse ante las mentiras que agraviaron a Fraile García.

Años más tarde, el fatuo JACH repitió su modelo de asedio en contra de Eduardo Rivera, hoy alcalde de Puebla, a quien persiguió a tal grado de amenazarlo con quitarle el patrimonio de su esposa Liliana Ortiz y de sus hijos.

De ese tamaño es la desfachatez de Aguilar Chedraui.

Nadie en Puebla olvida el modelo de negocios con el que desvío 400 millones de pesos de la Secretaría de Salud, a través de un pull de empresas fantasmas operadas por Eduardo Letayf y Eduardo Torres Chedraui, que fue documentado por Diario CAMBIO.

Tampoco se desconocen los fraudes de los centros de salud inservibles, sin equipamiento y mal construidos, que también fueron revelados por Periódico Central.

Mucho menos los quebrantos a las arcas del Congreso del estado, que provocaron una denuncia penal en su contra promovida por el exlegislador Gabriel Biestro.

Un dato más: todas estas irregularidades fueron detectadas en su momento por Moreno Valle y Martha Erika Alonso, quienes mandaron a investigar a Jorgito ante las sospechas de su enriquecimiento ilícito y su patrimonio inexplicable.

Tony Gali fue el encargado de filtrar el expediente titulado “Jorge Foaud”.

Aguilar Chedraui asomó la cabeza, esa que tenía enterrada desde hace años, en el peor momento.

Sus coletazos parecen más una venganza que un acto de justicia.

Lo malo no es robar, lo malo es que te cachen.

Veremos cómo terminar esta revolución.

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