El proceso de escritura de una tesis debe ser un acto de honestidad intelectual compartido. Un acto de confianza mutua entre el asesor habilitado para orientar una investigación y el estudiante que lo ha elegido su director. En este pacto de acción para la generación de conocimiento, una universidad también se vuelve parte de dicha cofradía. Por eso cuando el rector Luis Graue Wiechers se lavó las manos por el penoso dilema en el que está metido la ministra Yasmín Esquivel, escupió para el cielo. Indirectamente, le vendió el caso al gobierno de López Obrador. Actuó con osada indiferencia y contribuyó a perpetuar uno de los problemas más graves de las dinámicas universitarias, ya que una tesis, en teoría, apela a convertirse en un proyecto de escritura con impacto social medible, pero todos sabemos que ni las ratas de biblioteca se animan a leer estos mamotretos llenos de paráfrasis, citas de autor descontextualizadas en su mayoría, demasiado crípticas, pseudo especializadas, lo cual aleja a los lectores reales.
¿Por qué a nadie le interesa revisar entonces las estrategias y técnicas de escritura de una tesis, una vez que se ha impreso y que el egresado es ya un “profesional”? Pues porque no le conviene a una institución educativa, porque en el fondo un sector de profesores que dirigen una tesis sabe de los vicios en los que regularmente suelen caer los asesorados, pero ellos callarán debido a que laboralmente mantenerse en la burocracia académica tiene un precio muy caro. Así, los comités se enmascaran de cómplices. De este modo, el plagio de una tesis para la 4T es un asunto político y no estrictamente un problema ético, puesto que suponen que la acusada no es la única que lo haya hecho, o peor aún, que sea el único funcionario público que lo haya llevado a cabo.
Con cinismo e indignados, los cuatroteístas defienden a la ministra Yasmín Esquivel como si se tratara de una víctima. Al hacerlo, mandan un mensaje peligroso a la sociedad. A través de la politización, los halcones del presidente crean “teorías” de venganza y resentimiento, aspectos que precisamente caracterizan sus discursos. Ante las argucias y los lerdos argumentos, dejan ver una postura de trivialización del proceso que requiere la metodología de la investigación en torno de la realización de una tesis, destruyéndose el espíritu de generación de conocimiento. Pero también es cierto que el plagio orquestado por Esquivel revela la poca o nula empatía que ella tiene en relación con el pensamiento en general y con sus prácticas disciplinares. Al fin y al cabo, ha logrado el objetivo de colocarse en la máxima casa de Justicia de este país, por lo que plagiar no tendría, en su lógica maniquea, la mayor importancia. Para lo cual además la amparan los sacristanes del hurto, los reyes de la incongruencia, dado que la imagen de superioridad moral no puede ser trastocada y menos por una tesis que nadie había leído, incluyendo a la asesora.
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