En los últimos años en Puebla hemos visto de todo en tiempo de campañas electorales.
La última elección ordinaria por el gobierno del estado, la del 2018, fue un verdadero canal de aguas negras en el que tuvieron que nadar los codiciosos políticos que buscaban de manera obsesiva el poder.
El punto más álgido en dichos comicios, que fueron ensuciados de sangre por el morenovallismo, fue el encontronazo que militantes de Morena y del PAN tuvieron en uno de los salones del Hotel M&M en la zona de Las Ánimas, en donde personajes de pasado infame como Jesús Giles, Eukid Castañón, Eric Cotoñeto, José Juan Espinosa y Héctor Alonso Granados, entre otros, dieron la nota con su comportamiento de verdaderos cavernícolas tras el fraude electoral orquestado por Rafael Moreno Valle para beneficiar a su esposa Martha Erika Alonso.

Un año antes, la entidad poblana había sido golpeada por un fortísimo sismo que dejó devastadas a varias comunidades y municipios de la Mixteca, pues la sacudida de 7.1 grados de martes 19 de septiembre no solo cobró 45 vidas, sino, que dejó cuantiosos daños en los estados del centro del país, a lo que algunas firmas independientes cifraron las pérdidas entre cuatro mil y ocho mil millones de dólares.
La tragedia fue el botín perfecto para los ambiciosos y miserables hombres y mujeres de poder que un año más tarde buscarían el voto en las localidades que perdieron todo durante el temblor más violento en la historia del estado.
Hasta la región de los valles de Izúcar y Atlixco, en Puebla capital y en las Cholulas, se dieron cita, muy bien enfundados en sus botas de plástico, sus gorras, sus jeans y sus camisas arremangadas, Enrique Peña Nieto, expresidente de la República, Tony Gali, exgobernador del estado; secretarios del gabinete federal y estatal, así como toda clase de la pipitilla aldeana que tenía la mira puesta en algún cargo público para el 2018.
Qué mejor que lucrar con el dolor de los más pobres para convertir su pesar en votos.
No faltaron aquellos oportunistas, quienes utilizando prendas con sus colores partidistas y sus nombres bordados o impresos, comenzaron a regalar despensas, dinero en efectivo, bultos de cemente y electrodomésticos a los afectados por el sismo a cambio de –no podía ser de otra forma– su apoyo en los comicios antes citados.
Hoy, las circunstancias del 2017 se repiten en Puebla, que está desde hace un par de semanas en estado de alerta máxima ante la creciente actividad del volcán Popocatépetl, el cual amenaza una vez más con hacer erupción.
Al igual que con la tragedia del sismo del 19S, no faltarán aquellas y aquellos míseros que buscarán, a como dé lugar, sacar raja política de los problemas de gobernabilidad, salud y protección civil que ya aqueja a las comunidades más cercanas al “Popo”.
No faltará aquel perdido en la oposición que convoque a una rueda de prensa o suba a la tribuna del Congreso del estado la “pésima estrategia” del gobierno federal o estatal para contener los daños causados por el volcán activo o aquellas aspirantes que grabe algún video para TikTok o Instagram sobre las pésimas condiciones en las que se encuentran los albergues habilitados o las rutas de evacuación.
Tampoco faltará aquel desbocado precandidato al gobierno que haga una transmisión “en vivo” en el lugar de los hechos, alertando a la ciudadanía de los riesgos de una erupción o entregando kits sanitarios para protegerse de la lluvia de ceniza que está afectando a, al menos, 40 municipios del estado.
O aquel aspirante que donará su sueldo completo o parte de su dieta para apoyar a las comunidades más afectadas por Don Goyo.
Y es que, nadie se quiere quedar atrás en la carrera por “mantener el hueso”, que bien vale respirar un poco de ceniza, dar unos cuantos abrazos de caguamo y besar las mejillas de algunos niños jiotosos, siempre acompañando estas “sinceras” acciones con la foto o la selfie para las redes sociales.
¿Cómo identificar a estos oportunistas?
Son los mismos que en el 2020 lucraron con la pandemia del Covid-19 y que donaron mascarillas, ventiladores inservibles de segunda mano, vacunas y caretas con su respectiva tarjeta para que el beneficiado no olvidara el nombre de su benefactor.
Los mismos que en el 2017 durmieron junto a los poblanos que lo perdieron todo en el temblor de ese año y que se robaron los recursos para la reconstrucción de las viviendas que terminaron hechas escombros y ruinas.
Si existiera un mandamiento político, el “no lucrar con la tragedia humana” debería ser uno de ellos.
Por favor, señor o señora aspirante, absténganse de utilizar el estado de alerta por el Popocatépetl para sus mezquinas ambiciones.
Gracias.