Normalizar la narcoviolencia
En Puebla no podemos normalizar ni dejar que sea parte de nuestro día a día la violencia provocada por el Crimen Organizado y el miedo que también propician las células de los principales cárteles de tráfico y venta de drogas en el país que están peleando la entidad ante el cambio de gobierno federal y local.
La entidad poblana no puede adoptar en su cotidianeidad hechos tan macabros como los suscitados el pasado domingo por la noche y el lunes en la madrugada cuando miembros del “Operativo Barredora”, del Grupo de Operaciones Especiales Mencho (GOEM), del Cartel Jalisco Nueva Generación, arrojaron los restos mortales de César Eduardo Garrido con un narcomensaje a las afueras de las instalaciones del C5.
Más allá del escalofriante mensaje y la afrenta directa hacia las autoridades de Puebla, el estado está cayendo en una peligrosa espiral en la que las balaceras a plena luz del día y en las zonas más lujosas o comerciales de la capital, las ejecuciones cargadas de un alto grado de sadismo y la cultura del narco se logre enquistar en nuestra sociedad y sea vista como algo normal, como ya sucede en estados del norte del país como Sinaloa, Baja California o Nuevo León, u otros del bajío como Michoacán, Jalisco o Guanajuato.
Puebla y los poblanos estamos al borde del abismo.
Y es que, la violenta ejecución de Garrido Celaya, quien primero fue levantado en en el restaurante Mochomos, de la Plaza Solesta, en Angelópolis a unos cuantos metros del CIS, en donde está la sede del Ejecutivo local, ya no se puede considerar como un hecho aislado, ya que esta es la tercera que sucede en este año en la misma zona.
La primera fue la de Juan Carlos Trujillo Feligueres, alias “El Charly”, quien fue asesinado a balazos afuera del Bar Mangos, frente al Centro Comercial Angelópolis, el pasado 18 de diciembre del año pasado.
Al igual que con César Eduardo, a Trujillo se le relacionó con bandas del Crimen Organizado que operan en Puebla y en la zona metropolitana.
El segundo hecho, que también se dio por la zona, fue la ejecución de la influencer Vielka Pulido y su pareja sentimental cuando salían de entrenar de un reconocido gimnasio en Zavaleta.
La información oficial, como también sucedió con el “empresario de origen veracruzano”, fue que la pareja de Vielka estaba relacionada con el robo de transporte de carga y que se habría tratado de un ajuste de cuentas.
El tercer hecho con el mismo modus operandi fue el que antes mencionamos de Garrido Celeya.
Estas tres ejecuciones además de similares coinciden en tiempo y forma con el Operativo Barredora, del GOEM, que hizo su debut en Puebla con un video comunicado en el que aparecía Alejandro N., alias “El Tiburón”, un expolicía estatal quien el 24 de febrero fue levantado por un grupo armado, junto con uno de sus empleados, en un autolavado de su propiedad ubicado en la colonia Mayorazgo de esta capital, cuyos restos, junto con otros cuatro delincuentes, aparecieron regados en el Periférico Ecológico días más tarde.
El brazo armado del CJNG también se adjudicó la terrible ejecución de Alexis Armando ‘el Jaguar’ y su escolta Alberto N en el casino ‘Big Bola’, en el corazón de Lomas de Angelópolis, en Sonata, la noche del pasado 9 de julio.
La propia Fiscalía General del Estado ha confirmado que los sicarios del “Operativo Barredora” son los autores de que Puebla viva entre el terror y el miedo.
En este mismo espacio hemos apuntado en otras ocasiones que Puebla dejó de ser un refugio para los grandes capos del CO y sus familias para convertirse en tierra fértil de los cárteles más importantes del país y una plaza en disputa.
Qué corta memoria tienen aquellos que quieren apuntar sus dedos inquisidores hacia la administración barbosista y el incremento de la narcoviolencia en la entidad, pues fue –y es todos sabido– que el morenogalismo le abrió la puerta del estado al Crimen Organizado durante el boom de huachicoleo del 2014 al 2018.
Ahí están los testimonios de los propios extrabajadores que ordeñaban los ductos de PEMEX en la zona del Triángulo Rojo, quienes además aseguraron que fue Facundo Rosas, una de las manos derechas de Genaro García Luna, quien permitía, protegía y hasta colaboraba con el robo de los hidrocarburos.
Ahí Puebla inició su camino al infierno.
Esta realidad tan delicada que vive el estado no se puede ni se debe normalizar.
No hay nada más peligroso y triste para una sociedad que aceptar como suyo al Crimen Organizado.
Es una lucha que no se debe dar por perdida.
Puebla, lo he dicho muchas veces, merece recobrar la paz y la tranquilidad con la que vivíamos hasta hace apenas unos años.
Porque el camino de normalizar la narcoviolencia no tiene retorno.
Así de sencillo.