Imagina un mundo donde leer esté prohibido, donde los lectores son perseguidos y los bomberos en lugar de sofocar fuegos los provocan para quemar libros. El gobierno ha decretado como obligación ser exclusivamente feliz pues cree que al leer, los ciudadanos se convierten en seres melancólicos e infelices por lo tanto, la única manera que tiene de hacerle frente a sus enemigos de papel es acabarlos con la furia del fuego.
Este panorama nos pinta Ray Bradbury en la novela clásica Fahrenheit 451 “La temperatura a la que el papel de los libros se inflama y arde”.
Para el régimen, la sociedad se arriesga a perder la cordura al poseer un libro, atreverse a leerlo son palabras mayores pues comienzan a ver la realidad con otros ojos, a percibirla tal cual es. La información contenida en los libros les provoca cuestionar el mundo y esto los llevará a la ruina, según el Estado, por eso solo se promueven programas de televisión, lo cual les permite mantener a la gente tranquila, en su burbuja y así permanecer en el status quo.
Un día el bombero Guy Montag perteneciente a la brigada 451, despierta de ese letargo social para cuestionar su incendiario actuar. Sus reflexiones son detonadas por la pregunta ¿Es usted feliz? hecha por una inadaptada adolescente que parece representar la observación y curiosidad humana.
A partir de esta cuestión, Montag comienza a vivir una gran lucha interna entre lo que le dicta el régimen, su actividad como abrasador de libros y la empatía que empieza a sentir por los rebeldes lectores que al ser descubiertos prefieren morir quemados junto con sus escritos.
Imagino al protagonista cuestionándose de la misma manera que yo lo hice cuando descubrí por primera vez a una persona que prefería permanecer con los libros que con otros de su especie ¿Qué demonios contendrán?
Posiblemente Montag se sintió impactado al observar que esta preferencia prevalecía incluso ante la muerte.
“Montag sintió que el libro oculto latía como un corazón contra su pecho.
– Váyase – dijo la mujer
Beatty agitó los dedos para encender el petróleo.
Era demasiado tarde.Montag se quedó boquiabierto.
La mujer, en el porche, con una mirada de desprecio hacia todos, alargó el brazo y encendió la cerilla, frotándola contra la barandilla”
Motivado por su curiosidad el bombero termina de lado de los libros, descubre una célula secreta conformada por gente que en el pasado se dedicó a leer, intelectuales desplazados por el crimen de pensar. Bradbury nos relata cómo aquellos desobedientes se han transformado en enciclopedias humanas, pues han memorizado parte de las obras más importantes. Estos relegados son los encargados de transmitir estos relatos a las futuras generaciones, con la esperanza de mantenerlos en la mente y plasmarlos en papel al terminar la guerra.
El lenguaje escrito regresa a la oralidad, el modo primigenio de transmisión de conocimiento, para resguardarse en la memoria humana donde nadie puede interferir, más que el poseedor de ella.
Mediante el personaje del anciano Faber, Bradbury señala que la importancia de los libros recae en tres factores: La calidad de información; metafóricamente lo nombra textura pues se refiere a las sensaciones que nos provocan, el ocio para asimilarla y la integración de lo aprendido para actuar en el mundo tangible.
Irene Vallejo en El infinito en un junco me hace reforzar esta idea al decir que la tranformaciòn de la oralidad; las fábulas, mitos, cuentos tradicionales o canciones folclóricas en palabras escritas permitió la ampliación del pensamiento humano, abrió nuevos caminos para desafiar la tradición pues tras el invento del alfabeto el lector disponía de tiempo para analizar y crear nuevos criterios sobre las ideas impresas en el libro.
Me pregunto ¿Por qué esa hipotética sociedad le tiene tanto temor a unas cuantas hojas escritas ?
Faber, el anciano sabio de Fahrenheit me da una posible respuesta cuando le explica a Montag que los libros son temidos pues detallan la vida y su pasado tan prolijamente que pocas personas están dispuestas a toparse de cara con la realidad, a liberarse de la apatía para dejar de vivir en la ilusión cómoda.
“…El libro tiene poros, tiene facciones. Este libro puede colocarse bajo el microscopio. A través de la lente, encontraría vida, huellas del pasado en infinita profusión. Cuantos más poros, más detalles de la vida verídicamente registrados puede obtener cada hoja de papel… ¿Se da cuenta, ahora, de por qué los libros son odiados y temidos? Muestran los poros del rostro de la vida. La gente comodona sólo desea caras de la luna llena, sin poros, sin pelo, inexpresivas. Vivimos en una época en que las flores tratan de vivir de flores, en lugar de crecer gracias a la lluvia y al negro estiercol. Incluso los fuegos artificiales, pese a su belleza, proceden de la química de la tierra. Y sin embargo, pensamos que podemos crecer, alimentándonos con flores y fuegos artificiales, sin completar el ciclo, de regreso a la realidad”.
Este fragmento me hizo recordar la siguiente frase «cuanto más sabes, más sufres».y es verdad, muchas veces leer me ha llevado a la angustia, a la tristeza, a experimentar emociones no placenteras, a darme cuenta que algunos aspectos de la vida no son como los he creído y aprendido, sin embargo veo la belleza en toparme con diferentes ángulos de una apariencia. Ver las posibilidades de una situación me lleva a empatizar, el simple hecho de darse cuenta de los diferentes escenarios nos ayuda aceptar que no hay una respuesta válida o una dirección absoluta. La vida está llena de matices e incluso un solo concepto tiene miles de interpretaciones. Y creo que justo en ese punto los cambios son posibles.
En este libro Bradbury le hace un homenaje al fuego, ese elemento, imponente, escandaloso pero que nos trae tanto por su poder de transformación. Los libros por su parte pueden hacer lo mismo con nosotros, nos incendian mentalmente, su fuego nos abrasa, nos lleva a arder para renacer.