Predecir una erupción volcánica es un desafío complicado. Algunos volcanes tienen erupciones frecuentes, mientras que otros pueden pasar cientos de miles de años sin actividad.
Sin embargo, en la actualidad, los vulcanólogos son mucho mejores en la predicción que hace dos décadas, gracias al desarrollo de nuevas y mejoradas técnicas.
Los científicos, conocidos como vulcanólogos, han descubierto que entender el comportamiento pasado de cada volcán es fundamental, ya que cada uno es único. Para averiguarlo, analizan los materiales expulsados por las erupciones anteriores.

Si un volcán tiene una erupción suave, se generan flujos de lava que se enfrían y solidifican en capas de roca dura. Otros volcanes crean explosiones que generan fragmentos de rocas, cristales y vidrio volcánico.
El estudio de estos materiales ayuda a los vulcanólogos a comprender la violencia y la frecuencia de las erupciones.
Los vulcanólogos utilizan varias técnicas para predecir una erupción volcánica. Una de ellas es medir el aumento de temperatura en la superficie del volcán, ya que el magma, la roca fundida bajo la superficie, se acerca al cráter antes de una erupción. Esto se puede monitorear mediante detectores de calor en satélites.
La elevación o descenso de la superficie del volcán debido al movimiento del magma también puede ser detectada. Esto se puede medir tanto en el suelo como desde el espacio utilizando satélites equipados con radar.


La detección del movimiento volcánico mediante radar se basa en el análisis de los cambios en el tiempo que tardan en rebotar las ondas de radio desde el satélite hasta el volcán y de vuelta. Si el volcán se eleva, el tiempo de rebote será menor.
La vigilancia de los colosos desde el espacio es una práctica común en la actualidad, ya que resulta más segura y menos costosa que tener vulcanólogos cerca de los cráteres, especialmente cuando están en erupción o ubicados en áreas remotas.
Medir los gases emitidos por un volcán y la intensificación del olor a dióxido de azúfre es otra forma de predecir una erupción. Cuando el magma se desplaza hacia la superficie, los gases escapan antes que él. Estos gases pueden ser medidos desde el espacio o desde el suelo, y cambios en su composición indican que el magma está en movimiento.
Los vulcanólogos también utilizan otros métodos para detectar el movimiento del magma. Los temblores sísmicos, conocidos como temblores armónicos, son generados cuando el magma se desplaza y pueden indicar la velocidad y dirección del movimiento.

La medición de la gravedad también es útil para detectar el movimiento del magma. Los cambios en la densidad del volcán, pueden ser detectados mediante instrumentos llamados gravímetros.
Además, antes de una erupción es posible apreciar fumarolas. Si estas ya existían, se produce un aumento en el flujo de emisión y pueden percibirse incluso cambios en el color.
La deformación de la estructura del volcán también suele producirse previo a la erupción. Esto se puede medir y determinar sus pulsaciones mediante un medidor de inclinación.
Otro aspecto que debe tomarse en cuenta es el aumento de la temperatura en las aguas cercanas al volcán y en el suelo, que puede provocar la muerte del manto vegetal.
Con información de El Periódico y El Tiempo Latino
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Foto: National Geographic